¿Quiénes se beneficiarían con prebendas, en caso de lograr la desestabilidad la política interna de la institución?
Está claro que al interior de la universidad aún hay grupos antagónicos a Enrique Agüera que pretenden mover los hilos e incrustarse en el equipo cercano de colaboradores del nuevo rector con el único interés de regresar a la institución a los tiempos en que la polìtica podía (y dejaba más) que la academia.
Vamos, quieren recuperar el poder que durante 9 años Agüera les arrebató, (según ellos).
Esos grupos que en los tiempos de los Doger (José y Enrique) controlaron absolutamente todo pero que durante la administración de Enrique Agüera fueron perdiendo espacios, por lo que aprovecharon no sólo la sucesión rectoral sino también la contienda electoral poblana para operar en su contra y hacerlo caer.
En el ámbito político local lo lograron, sin embargo, en el ámbito universitario, está visto que se toparán con pared y difícilmente lograrán su cometido.
En aras de recuperar canonjías, cual cardenales en cónclave conspiran desde las entrañas de la universidad, se acercan en pequeños grupos a Alfonso Esparza esgrimiendo viejos argumentos y mostrando anquilosados cotitos de poder para intentar dorarle la píldora en el sentido de siguen manejando unidades académicas y facultades, tratando de venderle la loca idea de que son los colaboradores de Agüera que aún permanecen en la institución, los que verdaderamente pretenden desestabilizarlo.
Sin embargo, la movida se les está yendo chueca, principalmente por tres factores:
El primero de ellos es que Alfonso Esparza conoce bien a Agüera, a su grupo y, para desgracia de los conspiradores, también los tiene bien identificados a ellos, no solo en su persona sino también en su proceder.
Segundo, cuenta con un sólido grupo de colaboradores inamovibles en el que difícilemente tendrán cabida otros, ajenos a su método de trabajo y a sus afectos, pero principalmente, que éste está conformado en su mayoría por mujeres dignas de toda confianza.
El tercero de ellos es que el nuevo rector ha dejado en claro que privilegiará más el aspecto académico que el político y que su liderazgo lo basa en resultados, no en compromisos, no en las promesas que esos grupúsculos le pretendieron endosar, para ganarse la simpatía de la comunidad y que en el papel se leían bonito pero que en la práctica resultaban absurdas.
Así que quienes dudaban de que verdaderos vientos de cambio soplen ya a favor de la BUAP, se van a quedar con un palmo de narices.
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