El pasado martes el gobernador hacía el anuncio de una manera en que prometía total libertad de expresión: “Y vamos analizar si para el próximo año consideramos cambiar las placas”.
Pero apenas y decía esto, cuando desde la Secretaría de Finanzas le quitaban el velo de eventualidad a ese “vamos analizar si para el próximo año consideramos cambiar las placas” y, no solo nos decían que iba a ser obligatoria, sino que ya tenían la muestra, un primer lote de más de mil pares de placas y que costarán entre 600 y mil 200 pesos, los mismos que muchos se llegaron a ahorrar al no pagar la tenencia.
El argumento es simple: “Es que cambiamos los colorcitos en el logo del gobierno y pues las otras placas ya se ven feas”.
¿A poco eso es suficiente?
Es curioso, porque hay dependencias públicas en donde no terminan de cambiar su señalética, conservando los colores “marinistas”, hay vehículos oficiales que siguen con los logos del sexenio pasado, inclusive, hay edificios que aún ostentan los nombres de personajes ligados a la administración pasada (escuelas, mercados, etc) y, lejos de echarle ganas a cambiarle la imagen a eso, no, duro y tupido contra los ciudadanos.
El argumento de los colores se sostiene con alfileres y acaba por caerse ante el descontento de los propietarios de vehículos que ya se suman a lo dicho por el presidente de la Coparmex, Francisco Rodrìguez Alvarez, quien se salió del redil al decir: “Si el pex es por los colores, pues entonces que el gobierno asuma el costo”, lo que sin duda alguna ha de haber provocado un manazo sobre la mesa, un celular destruido y un jalón de orejas.
Está claro que el haber suprimido la tenencia le presentó al gobierno un duro golpe a su bolsllo pero estuvo dispuesto a asumir ese costo e inclusive, en pomposa ceremonia, pusieron en marcha un programa para devolverles el pago a quienes ya lo habían hecho.
¿Estará dispuesto a asumir este costo, político, en plena época electoral?
