22-11-2024 11:30:36 PM

En México, también los derechos están mal repartidos

El país y el mundo estuvieron informados, sobrada y oportunamente, de la marcha contra la violencia, y por la paz y la justicia verdadera para todas las víctimas del crimen organizado, encabezada por el escritor Javier Sicilia, cuyo joven hijo acaba de ser asesinado por sicarios en Temixco, Morelos.

Obviamente, con tal trato y cobertura por parte de los medios, la marcha, que partió de Cuernavaca y culminó con un gran mitin en el Zócalo de la Ciudad de México, se convirtió de inmediato en un cebo irresistible para los cazadores de aplausos y prestigio fácil y barato (organizaciones civiles de todo pelaje, partidos, personajes de la política, filántropos y, claro, medios de comunicación en busca de una imagen creíble y prestigiada entre la opinión pública). Nadie renunció, voluntariamente al menos, a esta oportunidad de gozar de su minuto de gloria y popularidad postiza a bajo costo.

Nosotros (el que escribe y el antorchismo nacional que represento), no tenemos necesidad de despellejarnos las manos aplaudiendo causas inobjetables ni de quedarnos roncos voceando un apoyo incondicional (que nadie nos ha pedido) para eventos como el encabezado por el poeta Sicilia y demás padres agraviados junto con él.

No, porque los antorchistas no esperamos, cruzados de brazos, a que otros hagan y digan lo que es deber nuestro decir y hacer, para entonces montarnos en el carro del triunfo ajeno y sacar provecho de lo que otros han trabajado y ganado con su esfuerzo. No somos parásitos políticos de nadie. Hace ya mucho tiempo que hemos fijado, de modo claro y preciso, nuestra opinión sobre el grave problema de la violencia que azota al país y sobre la estrategia gubernamental para combatirla y erradicarla.

Y junto con ello, también hace rato que venimos combatiendo, con hechos, aquello que consideramos como la verdadera raíz del mal: la injusta distribución de la riqueza nacional, la lacerante pobreza que  agobia a millones de mexicanos como resultado inevitable de un modelo económico que privilegia a unos pocos y descuida peligrosamente los intereses de las grandes mayorías.

Tampoco tenemos nada que objetar al hecho de que sólo la muerte de su propio hijo haya decidido al poeta Sicilia a salir a la calle a protestar. Eso se entiende y se disculpa plenamente en un padre cuyo dolor apenas podemos imaginar, nunca sentir tan intensamente como él, quienes, por pura suerte, no hemos recibido herida semejante. Pero no podemos decir lo mismo de quienes (organizaciones, partidos, personajes de la política y de la filantropía y medios de comunicación) tan oportuna como “desinteresadamente” se han apresurado a sumarse y a aplaudir la causa del escritor.

No podemos dejar de señalar la falta de congruencia (y de decoro) de quienes salen hoy a hacer declaraciones tronantes contra el crimen y a violencia, como si fuera algo nuevo para ellos, algo de lo cual apenas hoy, y gracias al grito de denuncia de los padres heridos por la muerte de sus hijos, se estuvieran enterando. El propio Javier Sicilia, afortunadamente, ha tenido el valor y la agudeza de juicio para ponerlos en su lugar, recordándoles de paso que, como dijera el poeta latino, también “de te fabula narratur”, es decir, también de ti habla la fábula.

Sobre la actuación de ciertos medios y de sus comunicadores “estrellas”, quiero subrayar el agudo contraste entre su comportamiento de hoy y lo que hacen y dicen cuando quien sale a la calle es la gente humilde, esa que lucha contra la delincuencia atacándola en su raíz, es decir, exigiendo mínima justicia social, un mejor reparto del ingreso nacional mediante la atención a sus modestas necesidades como agua potable, luz, drenaje, caminos, escuelas, hospitales, empleo,  salarios dignos, etc.; esa que carece de líderes famosos y de elementos con “glamour parisién” e imagen “totalmente palacio”.

Quiero recordar cómo los aplaudidores de la marcha por la paz chillan, calumnian e injurian a los “alborotadores”, a quienes atentan contra “los derechos de terceros”, piden cárcel para los líderes “corruptos que lucran con la pobreza de la gente”.

Da pena ajena ver a estos rabiosos enemigos de la protesta popular, convertidos súbitamente en fervientes aplaudidores de lo que en otros momentos han satanizado y denunciado con toda la inquina y mala sangre de que son capaces, pidiendo la horca para sus protagonistas; ver a sus reporteros, expertos en armar “entrevistas” amañadas abusando de la ingenuidad de campesinos y colonos, para desprestigiar su lucha, ir hoy, mansos y sumisos “como un can de casa o como un cordero” que diría Rubén Darío, a la cola de la marcha por la paz, sufriendo lo que haya que sufrir con tal de llevar agua al molino de sus patrones.

Ello es prueba irrefutable de que es verdad que en este país no sólo la riqueza material, sino también las garantías constitucionales son para los grupos privilegiados y para quienes tienen capacidad de hacerse oír, pero no para los desheredados.

Este 11 de mayo, el Movimiento Antorchista Nacional marchará a las oficinas centrales de SEDESOL, para exigir el cumplimiento de compromisos pactados y firmados con anterioridad por funcionarios de esas oficinas, y también en demanda de que cese el manejo electoral de recursos y programas, como el de mejoramiento a la vivienda popular, como viene ocurriendo en Veracruz, Durango, Sinaloa y Nayarit, donde los antorchistas llevan meses gestionando, suplicando y, en último término, plantados frente a las oficinas estatales respectivas, para conseguir ese apoyo, sin otro resultado que puertas cerradas y oídos sordos.

Propongo respetuosamente a mis pocos lectores que estén atentos a esta marcha y a la reacción de los medios frente a ella. Casi seguramente podrán ver materializada la discriminación en el doble discurso de algunos medios, en la doble medida que aplican según se trate de protestas populares o de gente con influencia o prestigio social: salamerías, elogios y cobertura excesiva para éstas; ataques, calumnias y demanda de represión para la “plebe alborotadora”. Una lección de política práctica que nadie debe desaprovechar.

*Secretario General del Movimiento Antorchista

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