24-04-2024 09:10:46 PM

La Monarquía Sexenal…

Aun habiendo La Gran Familia Revolucionaria arriado las banderas del radicalismo, México no fue durante el priato una democracia sino un Estado autoritario fincado en la concentración del poder en la figura presidencial. La corrupción fue el lubricante del sistema, la demagogia su combustible.

En la “teología” priista, toda autoridad viene de lo alto, es decir de Los Pinos, y así fue que se diseñó el Sistema Político Mexicano (SPM) para funcionar en torno a un poder presidencial sin competencia ni regateos. La voluntad del Señor no se discute… Se planteó al control de todas las actividades como sinónimo de estabilidad.

El poder no se comparte, nadie más que el Señor Presidente debía tener poder propio y bajo este principio fundamental del SPM el federalismo y la división de poderes señalados en la Constitución no se observaban –como tampoco la emblemática la Ley Calles-  de manera que tanto los revolucionarios como los católicos participan en multitud de simulaciones a cambio de PAZ, y la paz nunca ha sido un asunto menor. Ambas partes comprendieron que hacerse de la vista gorda les permitiría transitar por la historia en tanto sucediese algo que les permitiese avanzar en sus propios objetivos…

Durante el priato México no fue un país sin leyes, simplemente éstas se aplicaban a conveniencia del poder, que como ya dijimos emanaba del Señor, quien emitía el último e indiscutible veredicto en todo lo que juzgaba. Sólo se resolvía lo que a él convenía y como a él convenía, sin embargo la paz era tan valiosa que cuidaba de no violentar situaciones. Esto desarrolló la sabiduría de los prohombres priistas, que aprendieron lo que era pertinente y lo que era oportuno según las “leyes no escritas del sistema”

El Señor Presidente designaba personalmente a los gobernadores, “palomeaba” las listas de senadores y diputados al Congreso de la Unión, definía quienes serían ministros de La Corte y también destituía a cualquiera de estos funcionarios cuando así convenía a sus Altos Intereses, que no podían ser diferentes a los de la nación. A través de los gobernadores elegía a quienes serían alcaldes, diputados locales y jueces del fuero común y estos designaban a inspectores y gendarmes que encarnaban la ubicuidad del Sistema…

Los abusos de los funcionarios públicos no eran materia de castigo a menos que le causaran problemas o disgustos al Señor, que entonces aplicaría ejemplares correctivos a quien a partir de ese momento sería señalado como enemigo del pueblo y de la revolución y se constituiría en chivo expiatorio cuya inmolación desagraviaría ante la gente las perversiones del Sistema

Desde luego ningún funcionario público debía dar muestras de que podía hacer algo por sí mismo. Lo importante no eran las soluciones sino el control y cuando alguien solucionaba algo por sí mismo, se salía de control y se tornaba en competencia -y amenaza- a la autoridad del Señor…

Los periodos de tres años para los diputados y los ayuntamientos, sin posibilidad de reelección, fueron herramienta clave para el sometimiento de la clase política. Se les dejaba probar un poquito de las delicias del poder para hacerles adictos y exigirles el mayor de los sometimientos. Sus corruptelas tenían perdón sin penitencia, no así la desobediencia. De ese modo se fueron tejiendo las redes de complicidad e impunidad que hoy asolan al país y así surge una clase política castrada, sin ideas y en espera de “la línea”…

Los líderes obreros fueron instrumentos básicos para el control de las masas -Fidel Velázquez el más notable- cuya indiscutible fuerza jamás amenazó al Señor -quien siempre requirió de su apoyo- lo que hizo que fuera respetado por 10 presidentes de la República desde 1941 cuando asumió la Secretaría General de la CTM hasta su muerte en 1997.

Cuando los empresarios empezaban a acumular riqueza -e influencia- se constituían en una amenaza al régimen, de manera que las leyes siempre eran ambiguas para amagar mediante huelgas, auditorias u otro tipo de vedas a quien despuntara en su actividad. Pero también hubo en la clase empresarial personas muy sabias que supieron manejar al Señor -y a los sucesivos Señores- y en ese ambiente desarrollaron a las grandes corporaciones mexicanas…

Los organismos empresariales -cámaras de comercio e industria y sus confederaciones principalmente- servían para tener interlocución con el Señor, cuidando de no desafiarle. Los dirigentes eran amagados cuando levantaban la voz y sometidos cuando se extralimitaban. Pero también entre ellos se encontró talento para desarrollar una influencia política que mucho contribuyó a nuestra vida política.

Este modelo aplicó desde el sexenio del presidente Ávila Camacho “El Presidente Caballero” quien dejó atrás los arrebatos ideológicos de Calles y Cárdenas, para pragmáticamente insertar a México en el mundo. La clase media mexicana, el empresariado y aún las agrupaciones oficialistas aprovecharon las oportunidades que se dieron a consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, mientras que el régimen al tornarse tolerante e impulsar el progreso, se legitimaba.

Al Presidente Caballero le sucedió el Cachorro de la Revolución (Miguel Alemán Valdez, primer presidente no militar desde José María Iglesias, quien lo fue del 28 de diciembre de 1876 al 15 de marzo de 1877), quien con visión desarrolla las telecomunicaciones, el turismo y el entretenimiento (radio, televisión, cinematografía, música grabada) como generadoras de divisas, pero fue Don Adolfo Ruiz Cortines quien logra equilibrar nuestra economía iniciando con él el periodo conocido como Desarrollo Estabilizador, que habría de inducir el llamado milagro mexicano de 1952 a 1972 -alto crecimiento sin inflación prolongado durante los sexenios de Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz- que efectivamente consolidó a los regímenes del priato.

Comentaremos más adelante la evolución de lo más radical de la Izquierda Mexicana, cuyo papel se acentúa esporádicamente, pero habiendo sido más que notable en el entorno de la sucesión del presidente Díaz Ordaz, cuando se instiga el movimiento estudiantil de 1968 que deviene en el régimen del presidente Echeverría, quien retomando el radicalismo ideológico y asumiendo posiciones justicieras, incurre en excesos en política económica que prolongados por José López Portillo provocaron las crisis recurrentes que agobiaron al país por tres décadas, dieron pie al replanteamiento, cohesión y fortalecimiento de la derecha y devinieron en la salida del PRI de Los Pinos…

Ciertamente la concentración del poder político inducía a una economía centralmente planificada -socialismo real- cuyo fracaso en el mundo era inocultable, mientras la proliferación de las modernas tecnologías de comunicación permitían a los mexicanos ver lo que había en otros países y percibir las limitaciones de su forma de gobierno, lo que sumado a las pugnas internas en La Gran Familia Revolucionaria fueron sometiendo al sistema a severos esfuerzos…

Había tensión al interior de su partido, torsión en la economía, flexión en la sociedad y el régimen todo era sometido a una terrible compresión. Su elemento fundamental -el presidencialismo- estaba sujeto a enormes y repetidos empujes que suscitaban esfuerzos cortantes justo cuando pilares, vigas, placas y láminas del sistema acusaban fatiga…

De los desplantes socialistoides del presidente Echeverría y del despilfarro que acabó con el Desarrollo Estabilizador, pasamos a las frivolidades de José López Portillo, que acabaron de hundir al país en crisis recurrentes. La expropiación de la banca (1 de septiembre de 1982) fue determinante en el replanteamiento de las luchas entre izquierdas y derechas en México.

En 1978 tocó a López Portillo -en medio del desbordado júbilo de millones de personas- recibir al Papa Juan Pablo II. La Ley Calles llegaba a su ocaso como amago sobre la Iglesia y los católicos. No cambiaban las reglas del juego, sino el juego mismo. No obstante, la oposición se fincó desde entonces más en cuestiones de orden socioeconómico que religioso, pero se apoyó en la figura de un pontífice que iluminó la lucha de los pueblos oprimidos por el comunismo -socialismo real- cuya ineficiencia finalmente le colapso en 1989 con la caída del Muro de Berlín y el posterior desmembramiento de la Unión Soviética.

Con los presidentes de la Madrid, Salinas y Zedillo se vivieron los prolegómenos de la transición. La gente clamaba por un cambio de régimen que por momentos parecía impensable, pero en 1983 -después de la expropiación de la banca- se desata la insurrección electoral desde la derecha. El PAN gana importantes alcaldías -principalmente en el norte- lo que llevó al régimen al llamado fraude patriótico. La medida retrasó un poco el desenlace, pero la democracia llegó… muy imperfecta, pero llegó…

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