22-11-2024 08:59:55 AM

Del cardenismo radical al “Presidente Caballero”

Secuelas callistas

Ya habíamos comentado el discurso del 21 de julio de 1934 en Guadalajara, cuando Calles proclamó que habiendo triunfado en lo militar, la revolución debía ocuparse del ámbito de la conciencia y acabar con el fanatismo, es decir con la religión, pretendiendo imponer la educación socialista aboliendo -entre otras libertades- la de culto, hostigando a las escuelas privadas que eran manejadas por las órdenes religiosas.

Liderados por Carlos A. Madrazo, el 30 de diciembre de 1934 los camisas rojas, agrupación de claros tintes fascistas fundada por Tomás Garrido Canabal -uno de los anticlericales más violentos- dispararon en contra de jóvenes católicos asesinando a María de la Luz Camacho, a quien se asumió como mártir -actualmente en proceso de beatificación- generando protestas multitudinarias contra el gobierno de Cárdenas, quien hubo de prometer que no habría más persecuciones.

El hecho llevó al relevo del callista Garrido, Secretario de Agricultura y Ganadería, donde su encomienda era implementar el reparto agrario como lo había iniciado en su calidad de gobernador de Tabasco (1930-34), donde también promulgó la ley seca que prohibía y castigaba severamente la fabricación, comercio y consumo de bebidas alcohólicas.

El Derecho y el Poder

Es relevante el tema de la ley seca porque revela el espíritu con que se manejaron el Derecho y el Poder…

Nadie en su sano juicio puede pensar que prohibir el alcohol pondrá fin al alcoholismo, pero es fácil comprender que el tráfico ilegal de éste, desataría corruptelas de las que se derivan enormes sumas de dinero (como hoy el narcotráfico) y se colocará fuera de la “legalidad” a grupos que -por tolerados- se tornan en esbirros del poder -no del Estado- y que cuando se insubordinan o desagradan a sus amos son sujetos de escarnio y castigo.

Bajo la lógica de poner a todo mundo en la ilegalidad -como a la propia Iglesia Católica mediante las Relaciones Nicodémicas– es que se cimentó el Sistema Político Mexicano, que sin ser lo que ninguna de las partes pretendía, resultó aceptable para todos los actores que ya extenuados por las sangrientas luchas y confusos y vacilantes ante los acontecimientos internacionales, así plantearon su cohabitación.

Leyes incomprensibles para la gente e inaplicables para la autoridad hicieron que para funcionar todo mundo debiera estar bien con un Sistema en el que todo era aceptable si había un arreglo. Ello implicaba diferentes cosas según la actividad de cada quién, pero en esencia era aceptar las reglas del juego y/o mocharse con una lana… es decir, acatamiento y mordida… existen las leyes, pero se aplican a conveniencia del poder, y todo conflicto se resuelve o se mantiene según los dictados del Señor o de su delegado (el líder, el gobernador, el alcalde, el juez, el cacique o el gendarme de la esquina). Todos y cada uno personificaban al Sistema y se podía estar al margen, pero nadie podía estar contra, mientras que El Sistema había entendido que su acción y poder tenían límites que la Guerra Cristera y la Guerra Civil Española habían puesto en claro cuando sus apoyos externos estaban muy ocupados con la inminente Segunda Guerra Mundial.

Por otra parte, la Constitución del 17 estaba más fundamentada en la ideología de sus autores que en la filosofía del Derecho y la técnica jurídica, y aún así la ley escrita cedía ante las posiciones justicieras que encarnaron al autoritarismo endémico de los regímenes revolucionarios

Los factores del Poder

Cuando el general Lázaro Cárdenas asume la presidencia, es presionado por una ola de huelgas instigadas por Calles, quien así -y de otras formas- pretendía mostrar que era él quien tenía el control de las fuerzas políticas.

El presidente Cárdenas se dio a la tarea de replantear bajo su égida a las corporaciones obreras y campesinas y al partido, que de ser una federación de partidos regionales pasó a operar a través de cuatro sectores de alcance nacional cuyas principales organizaciones -derivadas de la anarquista Casa del Obrero Mundial– fueron: Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM) manejada por el callista Luis N. Morones, debilitada para ser suplida por la Confederación de Trabajadores de México (CTM) liderada por el cardenista Vicente Lombardo Toledano y luego por el pragmático Fidel Velázquez; Federación Revolucionaria de Obreros y Campesinos-Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos (FROC-CROC), Confederación Nacional Campesina (CNC), Confederación Nacional de Organizaciones Populares (CNOP) y el sector militar que desaparecería poco después.

En los 16 meses entre su toma de posesión el 1 de diciembre de 1934 y el destierro de Calles el 10 de abril de 1936, logró el control del ejército y del partido e instauró la Monarquía Sexenal que ejerció el poder más en función de las reglas no escritas que de la propia Constitución, que siempre se adaptó al estilo personal de gobernar del presidente en turno. Ya con el control del Estado, que comenzaba a gobernar en realidad, y por tanto a disponer de amplios recursos económicos, jurídicos, políticos y diplomáticos además de militares, se van implementando los métodos de control que mantendrían a la Gran Familia Revolucionaria en el poder hasta el año 2000.

El comunismo ligth mexicano

Si bien tanto Calles como Cárdenas profesaban la misma ideología, al primero no le alcanzaron ni el tiempo ni el poder para implementar lo que desde su óptica debía regir al país, pues al poner en peligro las conquistas anticlericales, liberales y socialistas logradas durante el siglo XIX y la revolución, y en el contexto de los acontecimientos mundiales, durante la Guerra Cristera sus apoyos externos -presionados por la opinión pública- no lo apuntalaron como él hubiera esperado.

Cárdenas se aventuró más allá de las leyes inaplicadas con acciones radicalmente socialistas como: el reparto agrario, la expropiación del petróleo, la de los ferrocarriles, el hostigamiento a la empresa desde los sindicatos, decretos populistas como la congelación de rentas de la vivienda, y los programas educativos oficiales enfocados a erradicar al catolicismo.

Todo ello barruntaba un régimen marxista-leninista semejante al de la Unión Soviética y al que pretendió instaurar en España la Segunda República, a la que ayudó económica, militar y políticamente, asilando a miles de republicanos -que nutrieron notablemente a la cultura nacional- poniendo bajo la protección mexicana a los exiliados en Francia y dando sede al “Gobierno Español en el Exilio”, pero sobre todo asumiendo el peso de la derrota.

El fracaso económico

El empeño cardenista en sustentar su política en la abolición de la propiedad privada y la lucha de clases, incitó un cúmulo de huelgas locas que devastaron la producción industrial y frenaron la inversión. Las empresas ferrocarrileras y petroleras de capital extranjero fueron blanco principal del sindicalismo oficialista cuyas insensatas demandas eran instigadas desde el régimen mediante un nacionalismo exaltado en base al cual se justificó su expropiación cuyo efecto inmediato fue la caída de la producción. Paralelamente, el reparto agrario rompió la organización productiva del campo y provocó una severa caída en las cosechas.

Más allá de lo políticamente correcto y de que la inmensa mayoría de los estudiosos de la historia, de la economía y de las ciencias sociales simpatizan con la “justicia social” impulsada por Cárdenas y soslayan sus fracasos, lo que sucedió posteriormente no deja lugar a dudas de que su ideología y métodos no fueron lo mejor ni para México ni para las “clases populares”.

El Nacionalismo Revolucionario

Los afanes por imponer la educación socialista erradicando a las escuelas privadas -principalmente católicas- incitó a la llamada Segunda Cristiada, al surgimiento de organizaciones católicas como Los Tecos (1935) y la Unión Nacional Sinarquista (1937) y del Partido Acción Nacional (1939), cuando se desarrollaba la Guerra Civil Española y emergían el Nacional Socialismo alemán, el Fascismo italiano y el militarismo japonés, cuyos éxitos amenazaban al avance de la democracia liberal en un mundo que hacía aprestos de guerra.

La victoria del nacionalcatolicismo español fue una terrible derrota para Cárdenas y los revolucionarios mexicanos (y para la URSS), y el inicio de la Segunda Guerra Mundial y la necesidad de Washington de mantener el aval de su opinión pública para apoyar nuevamente a las democracias europeas, le impedían respaldar al cardenismo, lo que obligó al régimen mexicano a moderarse.

Ello implicó renunciar al marxismo-leninismo, a la abolición de la propiedad privada y a su radicalismo anticatólico, adoptando una posición intermedia basada en el tutelaje del Estado a los obreros y campesinos, en la Economía Mixta (de inspiración keynesiano-estructuralista, influida por el corporativismo fascista sin atreverse al comunismo) que implicaba el manejo estatal de los sectores estratégicos de la economía y límites a la propiedad privada en el campo, en la industria y otros sectores, enfocada al mercado interno sustituyendo importaciones, con severos límites a la inversión extranjera directa y control de precios a muchos productos. En síntesis la Rectoría Económica del Estado o una economía dirigida con criterios políticos y no técnicos, lo que al final le costó perder la presidencia de la república ante la derecha.

A la sucesión de Cárdenas, el delfín natural era el radical Francisco J. Mújica, sin embargo las presiones internas y externas obligaron a la Gran Familia Revolucionaria a postular a un moderado… Manuel Ávila Camacho, quien se declara creyente católico, promoviéndosele como el Presidente Caballero, intentando dejar atrás la imagen del gobernante feroz que habían dejado Calles y Cárdenas. Era mejor mantener lo logrado que arriesgarse a perderlo todo y comprometer los delicados equilibrios internacionales.

La Madre De Todas Las Batallas se pospuso para mejores o -peores tiempos- y con esa perspectiva han actuado quienes quedaron anclados en el pasado sin asumir los avances científico-tecnológicos cuya generalizada aplicación ha suscitado replanteamientos socio-culturales que rebasando a los contendientes han delineado nuevos y más amplios horizontes que los imaginados por los caudillos de ambos bandos.

Así surgió el Nacionalismo Revolucionario… como un proyecto que ni pudo ser derrotado ni ser llevado a su plenitud, pero que durante el siglo XX impidió la operación de otros modelos, como el positivismo porfiriano que pudo evolucionar hacia la democracia liberal que en otros países ha dado estupendos resultados y que ha podido ir corrigiendo sus naturales fallas y errores.

Por sus resultados, los revolucionarios mexicanos fracasaron durante la fase armada (1910-40) y del “parto de los montes” emergió la Presidencia Imperial según Krause o la Dictadura Perfecta citada por Vargas Llosa…

La “monarquía absoluta, sexenal y hereditaria por línea transversal” iniciada el 1 de diciembre de 1934 fue encabezada por Lázaro Cárdenas del Río, Manuel Ávila Camacho, Miguel Alemán Valdez, Adolfo Ruiz Cortines, Adolfo López Mateos, Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría Álvarez, José López Portillo, Miguel de la Madrid Hurtado, Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo Ponce de León quien finalizó su periodo el 30 de noviembre del año 2000 y democráticamente entregó la Presidencia al derechista y católico Vicente Fox Quezada.

La Revolución Mexicana, cuyo centenario celebramos, nunca existió. Está narrada según tres hechos que no tuvieron lugar: 1) El 20 de noviembre de 1910, el pueblo mexicano, cansado de una feroz dictadura de 30 años, 2) se levantó en armas con campesinos y obreros al frente, 3) y con su triunfo instaló un régimen democrático.

Luis González de Alba

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