¿A dónde irán, qué harán y en qué se convertirán los aspirantes a la candidatura del PRI al gobierno del estado que no alcancen la nominación?
Si partimos del hecho de que, en esta historia, se cumple a cabalidad aquel precepto bíblico de que “muchos son los llamados, pero pocos los elegidos” no es ociosos aventurar el futuro de quienes hoy integran la baraja priista de precandidatos.
Si además, consideramos que el reparto de huesos para comprar conciencias y así producir en serie la falsa legitimación de quien al final resulte ser el candidato, es todavía una poderosa institución en la forma priista de hacer política, el ejercicio se vuelve todavía más interesante.
Veamos.
Empecemos por quien tal vez sea el único “rebelde” con un peso específico real al interior del PRI poblano: Jesús Morales Flores.
Chucho, de no resultar candidato, venderá caro su amor obteniendo de entrada la coordinación de la campaña del abanderado tricolor.
Más adelante, el paquete incluirá al convertirse en el próximo líder de la mayoritaria bancada del PRI en el congreso local, para desde ahí, garantizar la aprobación de todas y cada una de las iniciativas que envíe el nuevo gobernador, quien por cierto le deberá la operación electoral que lo llevó a la máxima magistratura del ejecutivo estatal.
Pero eso no es todo, la negociación tendrá también como punto importante el cabildear una posición “mayor” en el próximo gabinete estatal para su hijo Jesús Morales Rodríguez, personaje muy limitado y a la vez incómodo, quien no ha hecho más que colgarse de la figura de su padre para amarrar posiciones menores en el servicio público local.
Para Jorge Estefan Chidiac, el paquete de negociaciones es igualmente importante.
Al asumir que el proceso interno es un asunto de mero trámite para legitimar la candidatura de Javier López Zavala, el ex hombre fuerte de la Comisión de Hacienda del legislativo federal no ve con malos ojos la posibilidad de que la definición del abanderado tricolor a la alcaldía de la capital se polarice de tal manera que sea él quien al final aspire al gobierno de la ciudad. De no concretarse este escenario, el panorama inmediato en lo que a su futuro político se refiere, no deja de ser atractivo.
Existe una oferta real para que Estefan pudiera convertirse en el próximo Secretario de Finanzas a nivel estatal, puesto que pudiera desempeñar mientras se consolida el proyecto político personal de su amigo incondicional, el hoy gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, quien de resultar presidente podría ofrecerle un puesto de primer en el próximo gabinete federal, inclusive al frente de la SHCP.
El caso de Enrique Doger es mucho más complicado.
El ex alcalde tiene dudas severas de que los marinistas le cumplan los acuerdos, en caso de que decida doblar las manos y cejar en su búsqueda de la candidatura del PRI al gobierno estatal.
El problema para él radica en que la desconfianza es mutua.
En el círculo más cercano a López Zavala no están seguros de que sea una buena idea integrarlo al próximo gabinete, al frente de la Secretaría de Educación Pública, y ceder a du petición de cinco posiciones en el próximo Congreso local, para su gente de confianza.
“No vale tanto”-opinan con razón los zavalistas.
Por eso, cada vez son más constantes las bravatas de Doger en el sentido de poner todo su “capital político” al servicio de Rafael Moreno Valle y su proyecto de convertirse en el candidato a la gubernatura por Acción Nacional.
Muchos blanquiazules sienten náuseas tan sólo de imaginarlo.
Alberto Amador, por su parte, sabe bien donde está parado.
Político con experiencia entiende perfectamente que hay que jalar la liga lo suficiente para tenerla bien tensada, pero evitando al máximo romperla.
Considerado como un “rebelde light” por el marinismo, el ex diputado federal quedará conforme con una posición de segundo nivel en el gabinete estatal y hasta con una diputación local que le permita seguir vigente en la política poblana, por lo menos en los próximos tres años.
Blanca Alcalá, con su autoexclusión del proceso garantiza, no sólo una segunda mitad de trienio mucho más tranquila, sino su inminente inclusión en la fórmula priista poblana que buscará llegar al Senado de la República.
¿Y qué con Armenta?
El a todas luces zavalista líder del PRI se encargará de planear, diseñar y operar la estrategia electoral que intentará convertir a su amigo, compañero de proyecto y padrino político, en el próximo gobernador de Puebla.
Si bien es claro que Alejandro, desde el inicio de la contienda interna se descartó para la posición, es válido considerarlo en este análisis- cargado por cierto de subjetividad y elucubraciones- ya que era considerado hasta hace muy poco por algunos como el famoso Plan B de la sucesión marinista.
Armenta, si hace triunfar al PRI en la elección local de 2010 tendrá asegurada para él la Secretaría de Gobernación estatal, lugar desde donde seguramente lo perfilarán como primera posición marinista en la búsqueda de ligar tres sexenios consecutivos en lo más alto del poder político local.
¿Podrán?
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