Ya no hay duda, el presidente de la República se ha convertido ya, de manera muy clara, en un actor electoral más que pesa, que juega y que se mueve con criterios partidistas de cara a este proceso.
Algunos hechos concretos de los últimos días así lo demuestran.
La orden dada al Secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, de subirse al ring electoral, ese que es en teoría de uso exclusivo de los partidos, nos enseña la intención del gobierno federal de jugar como un aliado incondicional del PAN, en un momento en donde todavía se pueden revertir las tendencias de votación.
El encargado de la política interna del país se olvidó de su investidura y a bravuconada limpia amenazó con contestar cada uno de los agravios y ataques que cualquier partido o actor político se atreviera a realizar en contra del gobierno federal.
El mensaje quedó más que claro: los enemigos del PAN son los enemigos del gobierno federal.
La amenaza caló, y fuerte, en el resto de los partidos políticos.
Todo el aparato de la inteligencia nacional con todo y los miles de archivos de información privilegiada sobre los adversarios de la derecha nacional serán utilizados sin reparo alguno para beneficiar los intereses electorales del partido en el gobierno.
¿Se imagina?
Toneladas y toneladas de mierda que se usarán de acuerdo a “los fines que al interesado convengan”.
Nada mal si se calcula el impacto mediático que en los votantes podría tener cada uno de estos potenciales escándalos, en una realidad electoral en donde la volatilidad del voto es la constante y el sector de los indecisos, el más atractivo para los candidatos.
El segundo ejemplo que nos muestra que el presidente ya entró de lleno en la campaña es la “operación limpieza” que instancias federales llevan a cabo en entidades federativas que al parecer han sido seleccionadas previamente con precisión quirúrgica.
Los asesores de la presidencia, eso sí, de manera brillante, han encontrado la fórmula mágica para revertir los efectos de temas polémicos como la inseguridad y el narcotráfico y trasladar el costo político de la acción del crimen organizado a los gobiernos de los estados.
La primera víctima de esta innovadora estrategia parece ser el Partido de la Revolución Democrática y sus gobiernos en Zacatecas y Michoacán.
Pero sin duda no serán los únicos, o por lo menos ese parece ser el mensaje que les manda el presidente a los gobernadores.
Sabedores de que el miedo no anda en burro y de que colas hay muchas y muy largas, el presidente Calderón no sólo se beneficia mediáticamente a través de la exposición pública de funcionarios con supuestas ligas con el crimen organizado, sino que de paso, pone de rodillas a los mandatarios quienes seguramente lo pensarán dos veces antes de meter de lleno las manos a la operación electoral a favor de sus respectivos partidos.
¿Y qué me dice de la capitalización electoral el tema de la influenza?
Se supone que la epidemia sería el tiro de gracia para las aspiraciones electorales, pero al final, la explotación a rajatabla de la imagen presidencial a través de la difusión de mensajes en horario estelar y en cadena nacional, redundó en un aumento importante de los niveles de credibilidad y confianza en torno a la figura de Calderón.
Lo cierto es que, todo lo anterior no debería sorprender a nadie.
Si bien al inicio de las campañas los números para Acción Nacional no eran nada alentadores, era imposible pensar que la presidencia de la República se iba a quedar cruzada de manos, resignándose a que el presidente tuviera que convivir en la recta final de su trienio con un congreso mayoritariamente opositor, lo que significaría en la práctica rendir la plaza ante el PRI.
Ya vemos que no es así.
Se ve todavía muy difícil para el PAN, pero sin duda la ayuda presidencial les servirá para mejorar sus expectativas y en una de esas emparejar la balanza a cinco semanas de la elección.
