Sin embargo, considerar que la televisión es la responsable única y exclusiva de los grandes males que aquejan la formación cognoscitiva, política y cultural de las nuevas generaciones, es caer en los mismos vicios y excesos de los que se le acusa, es decir, es mostrar únicamente una parte de la realidad.
Los rabiosos críticos de la televisión pasan por alto que es gracias a ella y a la cultura de masas en general que se puede llegar con contenidos de gran calidad a sectores de la población que históricamente habían estad condenados a no recibir ningún estímulo de carácter cultural.
Algunos pierden de vista que hoy la oferta televisiva es tan variada y accesible, que el consumidor tiene la oportunidad de decidir qué contenidos privilegiar y a la vez está capacitado para hacer una interpretación creativa de ellos.
La mayoría no entiende que, en la práctica, no queda más remedio que simplificar los temas y su nivel de profundidad, cuando se pretende informar simultáneamente a millones de personas con diferente nivel de formación en términos que resulten comprensibles para la gran mayoría.
Además, a la televisión la han convertido en el “villano favorito” para distraer la atención y evitar que se privilegie el análisis de errores estructurales e históricos que han cometido otros actores sociales y que explican contundentemente la realidad mundial que se vive actualmente con respecto a privilegiar la imagen y dejar a un lado la capacidad de asimilar efectivamente el pensamiento abstracto.
Primero, si bien se reconoce que la televisión cumple en los hechos como un ente primario de educación, también es cierto que la obligación principal del medio no es educar.
La televisión entretiene, divierte, informa, pero su función primordial no es la educación de las masas.
Los niveles de lectura y de bajo aprovechamiento de las nuevas generaciones en México tienen su origen en vicios históricos de nuestro sistema educativo, que en muchas ocasiones fomenta deliberadamente la ignorancia masiva, requisito indispensable para la manipulación política, y en la utilización sistemática de maestros, escuelas y sindicatos como carne de cañón electoral, lo que genera diversos compromisos ajenos completamente al proceso educativo.
Se ha señalado aquí que millones de seres humanos en todo el mundo tienen acceso a la televisión antes siquiera de aprender a hablar o a caminar y que sufren de una sobre exposición mediática desde los primeros años de su vida.
¿Quiénes son responsables de esto?
No perdamos de vista que los propios padres de familia deben de ser los principales transmisores de valores y de modelos para sus hijos, no la televisión, y que ellos determinan, por lo menos en teoría si permiten o no que los menores pasen hasta ocho horas diarias enfrente de un monitor.
El abandono sistemático, intencionado o no, de la responsabilidad de guiar la conducta de un niño en sus primeros años ha llevado a los propios padres a definir a la televisión como la “más efectiva y barata niñera disponible”, lo que explica el por qué este medio se convierte en determinante en el proceso de socialización de las nuevas generaciones y en la construcción de su capacidad perceptiva.
Ahora bien ¿qué hacer?
En este contexto y desde el punto de vista de quienes hacemos todos los días la televisión, es importante dejar bien claro que el crecimiento de la ésta como medio de comunicación más utilizado en el mundo, es en el corto plazo irreversible.
No queda más remedio que asimilar el hecho de que las limitaciones de formato y las condiciones generales que permiten la masificación de este medio continuarán siendo un freno para alcanzar aproximaciones exitosas al modelo de televisión ideal: entretenida, culta, pensante, interactiva y económicamente viable.
El único camino que queda es seguir practicando procesos permanentes de revisión de contenidos que faciliten- a pesar de las limitaciones mencionadas- condiciones que favorezcan la reflexión y el análisis y refrendar con los consumidores de televisión el compromiso de honestidad e imparcialidad que sugiere la práctica del periodismo televisivo.
Por ahora, no hay más.