Por Valentín Varillas
Lejos del optimista discurso, de la falsa unidad, de la convenienciera visión de futuro que augura tiempos mejores, de las hipócritas imágenes que se reprodujeron obsesivamente en tiempo real vía redes sociales, por el Consejo Político Nacional priista del fin de semana se paseó el fantasma de una militancia crítica, que siente que su supervivencia y crecimiento no van necesariamente de la mano de los intereses electorales de Los Pinos.
Sienten que el actual grupo en el poder llegó y se mantuvo en lo más alto bajo criterios netamente monetarios, que usaron la primera magistratura para realizar millonarios negocios personales a su amparo y que lo que menos les importó fue cuidar el costo político de sus acciones en aras de mantenerse en la presidencia de la República por lo menos un sexenio más.
Miles de ellos han sido ya afectados por la indiferencia -y en algunos casos la traición- del gobierno federal a “su partido” en los procesos electorales celebrados este año en 13 entidades.
Ven con preocupación el declive imparable de Peña y su círculo cercano.
La gota que disparó las alarmas fue la encuesta publicada por El Universal, en donde se demuestra que la aprobación presidencial cayó todavía más después del triunfo de Donald Trump en los Estados Unidos.
Está ya en un nuevo mínimo histórico de 25%.
El 66% de los encuestados, en lugar de reconocer que el presidente tuvo la “visión” de abrir un canal de diálogo con quien a la postre será el presidente del vecino país del norte, mantiene que éste se equivocó rotundamente al invitarlo al país y darle trato de jefe de estado.
Imposible detener la caída.
El karma presidencial impidió en su momento que la imagen del mandatario nacional subiera después de las detenciones de Elba Esther Gordillo y Joaquín “El Chapo” Guzmán.
Ya nada podrá levantarlo.
Las posibilidades de que el tricolor, inventor del régimen de partido único que gobernó más de 7 décadas el país, repita en el 2018 son cada vez menores.
En este contexto, los “verdaderos priistas” ven como un hecho el que los herederos del grupo Atlacomulco lleven a cabo un pacto político con el panismo (el calderonista o el morenovallista) como medida única para garantizar impunidad, por los siglos de los siglos.
El desliz presidencial en su discurso, al afirmar que “Primero el PAN y luego el hombre”, más que una traición del subconsciente, debe de ser entendida como una trágica sentencia de muerte.
El amarre será cupular, entrarán los más cercanos y como daño colateral tendrá el condenar irremediablemente al PRI y su militancia al ostracismo político por los próximos –muchos- años.
¿Qué harán entonces para mantener su supervivencia?
Algunos, los más estoicos, buscarán quedarse con los despojos y ensayar una titánica refundación.
Otros, los más idealistas, intentarán llevar la ideología y principios que queden a la formación de un nuevo partido político.
El resto, los pragmáticos, buscan ya nuevos derroteros que les permitan seguir vigentes en la política en los años por venir.
El panorama luce negro, oscurecido por los nubarrones de la traición y la torpeza.
Si cree usted que el priismo cayó en crisis después de perder la presidencia por primera vez en la historia en el 2000, espere al 2018 para ver un partido en colapso absoluto.