Más aún, Tony Gali fue pieza importante en la campaña de Moreno Valle, pues fue quien lo acercó con los grandes capitales nacionales y con personajes políticos de gran presencia, dada su trayectoria en el ámbito hacendario.
Fue delegado regional de Evaluación Pacífico-Centro y Administrador Estatal en Puebla del Servicio de Administración Tributaria de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, así como delegado de la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros, subsecretario de Comunicaciones en la Secretaría de Comunicaciones y Transportes del Estado de Puebla y Director General del Instituto para la Asistencia Pública del Estado de Puebla, además de su amplio desempeño en el sector privado como asesor fiscal, corporativo y de servicios integrales.
A partir del triunfo del 4 de julio del 2010, su nombre fue de los primeros en ser colocados dentro del gabinete para manejar precisamente la dependencia que hoy encabeza.
En tiempos en los que se hablaba de una gran reingeniería administrativa para el gobierno estatal, Tony Gali resultó una gran opción, palomeada por diversos sectores, quienes coincidieron en que pondría orden en el manejo de los recursos para obra pública, sobre todo ante los señalamientos por malos manejos e irregularidades en las licitaciones, ejecución de obra y finiquitos.
Sin embargo, ya en el cargo y a 8 meses de haberlo asumido formalmente, se nota que no se siente a sus anchas. Está maniatado, acotado desde todos los frentes.
Para empezar no cuenta, como se dice, con un “equipo propio”.
El director administrativo de la dependencia, Luis Artasánchez Madrid, responde directamente a Rafael Moreno Valle quien lo puso ahí como un pago de facturas por la inversión que hiciera su señor padre a la campaña.
Artasánchez hace y deshace a su antojo. De manera discrecional maneja recursos económicos y materiales, se ha hecho de su propia camarilla dentro de la secretaría quienes solo le rinden cuentas a él. Él fue el responsable directo de la razzia de trabajadores al comienzo de la gestión y de los apretones de cinturón, recortando recursos, inclusive, para la compra de garrafones de agua para beber.
El subsecretario de Obra Pública, Joaquín Vallejo, se maneja solo.
Es el que tiene a su cargo la ejecución de las obras magnas: los distribuidores viales, el CIS, la Constancia; y como ya documentó Valentín Varillas en “La tempestad”, ha beneficiado a su propio hermano con la asignación de obras. No son pocas las ocasiones en que ha tenido desencuentros con el propio Gali.
En la llamada “oficina del secretario”, su “asesor” Xabier Albizuri y su “secretario particular” Gerardo Roldán, se encargan de poner trabas a las personas que buscan algún acercamiento con el titular, incluido el propio personal; además de que, junto con Artasánchez, también deciden sobre proveedores.
Tony Gali no tiene injerencia en las licitaciones. Esa tarea le corresponde única y exclusivamente a Cabalán Macari y su Secretaría de Administración. Es de ahí de donde le dicen a Gali a qué constructores recibir, con cuáles empresas trabajar.
Del manejo de los recursos, ni se diga. La Secretaría de Finanzas es la que tiene la voz cantante en la revisión de las estimaciones, la liberación de los anticipos y los pagos.
En la secretaría de Infraestructura no hay ni siquiera la libertad para poder manejar la Comunicación Social. Pese al buen trabajo que realiza el equipo encabezado por su enlace, Magali García Huerta, todo tiene que ser palomeado por el vocero Sergio Ramírez Robles. Él es quien decide qué es lo que se publica, qué es lo que se contesta, bajo qué términos y hasta la redacción.
Entonces, ¿Qué hace Tony Gali?
Muy poco: acompañar al gobernador en sus giras de obras, dar un discurso bonito sobre las bondades de las acciones en cuestión y repetir, como todos los demás secretarios y funcionarios, el script dictado por Manzanilla, García Almaguer y el vocero, de que este gobierno es el mejor, etc; aun cuando él mismo ya comience a dudar de ello.
Tony Gali estaría mejor aprovechado en otros ámbitos, creo que él mismo lo sabe, por lo que lo más sano para él sería formar parte de los tradicionales y obligatorios cambios que se hacen después del primer informe de gobierno.
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