23-11-2024 02:36:50 AM

Un día en la Feria de Puebla

Agradezco de antemano que sirvan publicar mi comentario en su espacio, el cual sigo por recomendación de un hermano que radica en esta ciudad de Puebla.

Desde la semana pasada estoy en esta ciudad, junto con mi esposa y mis dos hijos, para visitar a los parientes que tenemos aquí, y el sábado pasado decidimos ir a dar la vuelta a la famosa “Feria”.

Debo confesar que en años anteriores nos habíamos quejado por lo feo que estaba el recinto y porque ya se había suspendido.

Llegar al nuevo recinto me causó una enorme impresión por la construcción, enorme y moderna, que se presentaba ante nosotros.

De inmediato, surgió la curiosidad por saber si la feria de este año correspondería a lo que se nos presentaba con el nuevo edificio, pero estuvimos totalmente equivocados.

De entrada, es verdaderamente ridículo que, siendo un edificio de grandes dimensiones, y teniendo disponibles más de 4 taquillas, sólo habiliten dos puertas para entrar, además de que hay que pasar por un arco detector de metales, lo que hace las filas para acceder se vuelvan interminables.

Una vez que logramos pasar por el arco de metales, sale sobrando entonces que haya “guaruras” en las puertas, revisándonos físicamente y al contenido de nuestras mochilas o bolsas.

Una vez pasada la molestia, accedemos a lo que se llama “Pabellón Puebla” con grandes stand y espacios, lo que de primera instancia nos hace olvidarnos de la molestia inicial y creemos que el trago amargo ha pasado.

A medida que vamos avanzando, nos maravillamos por la majestuosa exposición de los stands del gobierno, llenas de color y gente amable que explicar a detalle todo lo que hace, además de los stands universitarios y de los municipios.

Sin embargo, todo lo bonito que pudimos apreciar se torna molesto, engorroso, mal plan, cuando entramos, por fin, al laberinto (eso es, un auténtico laberinto) de puestos, puestos y más puestos de fayuca, ropa casual, pinta-caritas, bolsas de dama, portafolios, ropa deportiva pirata, zapatos, más fayuca, más ropa casual, más pinta-caritas, más bolsas de dama, artículos para el hogar, sartenes, dulces típicos, garnachas y botanas, teléfonos celulares, ropa para bebé, ropa para niño, más fayuca, etc.

Un laberinto interminable con un pasillo estrecho por el que pretendemos al mismo tiempo salir y entrar más de 15 mil personas, (creo), entre rozones, sudores, etc.

Es realmente un martirio pasar por esos pasillos, sin que ofrezcan algo novedoso a los clientes, y con el riesgo de que los niños menores queden aplastados entre la multitud.

Al ver la estrechez de los pasillos y lo interminable del pasillo de comercios, me alertó que no vi ninguna salida de emergencia en caso de que se presentase un accidente o algún imponderable. No quisiera imaginar la estampida humana que provocaría un temblor o un incendio, sorprendiendo a los visitantes dentro de esa trampa. Una verdadera bomba de tiempo.

Cuando por fin se termina el laberinto de puestos, llegamos al área de juegos mecánicos con ruido ensordecedor, premios chafas y venta  a granel de fritangas y cervezas, sin alguna restricción para la venta a menores.

Da pena ver cómo los artesanos están rezagados a un pasillo central en donde las personas ni se paran a preguntar, y ni qué decir del área “internacional” con unos 10 stands de otros países, casi todos latinoamericanos, sin ninguna visita;  pues todas las personas se dirigen al área de juegos o al área de la comida.

En este punto, quiero ser muy específico: sé que todavía falta una semana para que se acabe la feria, por lo que, de todo corazón, les aconsejo a los visitantes que, por ningún motivo, se queden a comer ahí dentro, ya que es un verdadero robo, un auténtico robo en despoblado.

Imagínense que por comer dos huaraches con carne, un queso fundido, una orden de 4 quesadillas de tortilla de maíz, dos micheladas y una cerveza, más una orden de 5 tacos al pastor, pague la friolera de 847 pesos… ¡847 pesos!… ah pero eso sí, muy amablemente, el propietario me dio la deferencia de dispensarme de pagar el servicio, que incluyen en tu cuenta de manera obligatoria.

Es increíble el robo a ojos vista que se produce en el área gastronómica de la Feria sin que la autoridad medie al respecto. Me quise quejar y no encontré a nadie que me pudiese ayudar, los policías y personal del “staff” (como pomposamente se hacen llamar) se hacen de la vista gorda, y mucho menos pensar que haya personal de la Profeco para levantar una queja.

Reconozco que la culpa la tuvimos nosotros por no pedir la carta o el menú, antes de sentarnos a comer, pero… ¡caray!… nadie se imagina que por unos pedazos de tortilla con carne mal cocida, pague uno tantísimo dinero.

(Y eso que les dije a mis hijos que el postre lo comeríamos en otro lado, porque si no…)

En resumidas cuentas, debo confesar que más que una alegre visita a lo que llaman “la feria internacional de Puebla”, resulto una decepcionante jornada, con robo descarado de por medio.

En fin, gracias por permitirme externar mi opinión al respecto.

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