22-02-2025 04:21:50 PM

Marín

Por Jesús Manuel Hernández

 

La madrugada del 14 de febrero de 2006 el futuro del grupo político gobernante en Puebla cambió radicalmente, de la euforia celebrada durante la noche del 13 para amanecer 14, los gestos se convirtieron en tristeza desconcertante y preocupante.

Blanche Petrich, un reportera egresada de la Escuela Carlos Septién García, especializada en conflictos armados en Centro América, firmó un artículo, aparecido en la portada de La Jornada y cuya información se había “filtrado” a algunos funcionarios del gabinete de Mario Marín para “contrastar” la información a punto de ser revelada. La primera falla fue descalificar la versión que aparecería en La Jornada.

“Al descubierto, la conjura en contra de Lydia Cacho” era la cabeza de la nota principal precedida por un balazo “En poder de la Jornada, 12 grabaciones de Kamel Nacif”.

Después vendrían historias, leyendas y muchas más filtraciones periodísticas donde el gobernador en turno era relacionado con el grupo de Kamel Nacif a quien se le había colgado la etiqueta de ser el protector de Jean Succar Kuri.

Pero el origen de la historia se ha perdido entre las versiones policíacas.

¿Quién o quiénes acercaron a Kamel Nacif con Mario Marín? Es una de las preguntas que quizá no han sido suficientemente investigadas y solventadas, pero que a todas luces es el origen del conflicto. Quizá la cercanía venía desde sus tiempos de Presidente Municipal en temas como “mercados” y luego Nacif pudo ser convocado a las reuniones donde se pasaba la charola para la campaña a gobernador.

¿Cuáles eran los intereses de los intermediarios, o cuáles los de Marín, o los de Nacif? Las respuestas se han quedado enredadas en la trama del caso denominado “el gober precioso”.

Meses antes, en 2005, la periodista Lydia Cacho había publicado el resultado de una investigación en Cancún sobre la desgarradora historia de la violación de los derechos humanos de niños manipulados para el negocio de la pornografía.

Tres años antes Lydia Cacho había publicado en “Por Esto” información sobre el abuso sexual de una niña en el hotel Solymar del empresario libanés radicado en Cancún y nacionalizado mexicano, Succar Kuri.

La investigación continuó y Cacho logró integrar el contenido del libro donde aparecen los protectores del hotelero, se identificó así a Emilio Gamboa Patrón y Miguel Ángel Yunes Linares junto a Kamel Nacif Borge.

El libro no fue muy vendido, menos leído en Puebla, pero Nacif despotricaba contra Cacho en todas las mesas de empresarios, libaneses o no, y se quejaba de cómo se permitían esas publicaciones.

El caso llegó a juntar a un grupo de empresarios (reservo los nombres) casi todos identificados con la colonia libanesa de Puebla que publicaron un desplegado a nivel nacional mostrando su apoyo y abonando la buena conducta de Kamel Nacif, muchos de los firmantes han venido ocupando importantes desempeños y son figuras del sector empresarial activo y pujante.

Y las preguntas sin respuesta fiable siguen apareciendo. ¿Por qué a Gamboa y Yunes Linares no les siguió  con la misma fuerza la denuncia e investigación?

¿Quién o quiénes propiciaron la desafortunada entrevista de Marín con Loret de Mola donde apareció la frase que lo sumió en desgracia “es mi voz, pero no es mi voz”? ¿Fue una entrevista concertada? ¿No acaso un empresario en la zona de San Francisco de esa época, tenía picaporte con Televisa y en Casa Aguayo?

¿Por qué los asesores de Marín no lo prepararon para la entrevista?

Y sobra decir que algunos cercanísimos del gobernador le preguntaron algún día si acaso había leído el libro de Lydia Cacho.

Muy a la poblana, los amigos de Nacif regaron rumores, chismes en contra de la periodista, le calentaron la cabeza al gobernador, me dijo algún día un ex cercano colaborador, y había un grupo que lo “entretenía con otras cosas” y tomaba decisiones en temas como el caso de Lydia Cacho a petición de Kamel Nacif, es decir, el interés de algunos cercanos al gobernador estaba por encima de su amistad con Marín y muy a favor de cuidar la imagen de Kamel, por encima, claro está, de la del gobernador.

Y luego viene el tema de las grabaciones, 16 para ser precisos. ¿Quién las gestionó, a quién querían descubrir a Kamel o a Marín?

¿Quién las entregó a la periodista de La Jornada, acaso fue una filtración unipersonal o parte de una confabulación de un grupo político para “enmascarar” otros temas?

19 años después aún siguen vigentes algunas reflexiones sobre lo sucedido en 2005, ¿realmente Marín ordenó la detención y consecuente tortura de Lydia Cacho o fueron sus colaboradores, específicamente Adolfo Karam a quien le unía en amistad Alejandro Fernández Soto desde los tiempos cundo fue presidente del PRI? ¿La operación fue acaso supervisada por la Procuraduría o se trató de una orden que solo contó con el apoyo de la Policía Judicial?

Quienes han visitado al ex gobernador, con arresto domiciliario coinciden en que ante el pronunciamiento de algunos nombres la cara se le transforma lo que, según cuentan, demuestra que el inquilino de Xilotzingo tiene cuentas pendientes que cobrar de quienes le frustraron el alcance programado de una “nueva generación de políticos” que pretendía trascender por tres sexenios, quizá sí lo hayan logrado, pero sin Marín a la cabeza.

Este reportero recuerda que en tiempos de Manuel Bartlett el nombre de Kamel Nacif no era bien escuchado, nunca fue invitado oficialmente por el gobernador. Marín lo sabía, luego entonces ¿por qué el acercamiento con Nacif?

Quizá vaya siendo tiempo que el exgobernador Marín hable, cuente su versión de cómo lo convencieron de mandar detener a Lydia Cacho y en todo caso si acaso hubo posibilidades de “negociar” de resolver el tema y si los intermediarios callaron o traicionaron al político.

Mucho tienen que contar quienes estuvieron cerca de la “jugada”.

O por lo menos, así me lo parece.

About The Author

Related posts