Por Jesús Manuel Hernández
Prácticamente han pasado cuatro semanas del gobierno de Claudia Sheinbaum, responsable de construir el llamado segundo piso de la Cuarta Transformación y el sello hasta ahora logrado está ampliamente relacionado con la violencia.
Un reporte de la consultora T-Research hasta el 25 de octubre contabilizaba mil 792 homicidios dolosos, con un promedio de 72 personas diarias.
La prensa internacional destaca los enfrentamientos de los cárteles por las principales plazas del territorio nacional. Sinaloa, Sonora, Jalisco, Michoacán, Guerrero, Guanajuato y con creciente alarma Chiapas.
El caso de los coches bomba es particularmente destacado por los especialistas pues constituye una manifestación no vista de la capacidad, de la fuerza del crimen organizado, incluso las primeras intervenciones del titular de Seguridad Pública, Omar García Harfuch, ponen en claro la superioridad de armamento de los cárteles en algunas ciudades.
Aun así, las fuerzas armadas se han anotado algunos puntos y dejado entrever que hay un cambio de estrategia en la forma como se persigue a los criminales.
Un tema especialmente delicado, expuesto incluso en el Vaticano en voz del Papa Francisco, es el del asesinato del sacerdote Marcelo Pérez, amenazado meses antes de muerte y cuya cabeza tenía precio según trasciende en San Cristóbal de las Casas.
El semanario Desde la Fe, portavoz de la Arquidiócesis de México, en su editorial de este 27 de octubre pregunta: ¿Cuántos más como el padre Marcelo? Y abre una serie de respuestas bajo la premisa de: “La comunidad cristiana enfrenta actos de violencia solo por manifestar su fe, y son vistos como incómodos por su lucha en pro de un mundo mejor”.
Visto así el panorama la señora Sheinbaum enfrenta un escenario complicado, el crimen organizado muestra su fuerza y la Iglesia levanta la voz en lo que pudiera constituir un nuevo vector de generación de percepción ciudadana.
No en balde la comunicación de la Presidencia ha tenido algunos giros para enfrentar las críticas, la Presidenta no deja de sorprender con su ingenio para responder y su animosidad por defender el proyecto aunque de pronto los líderes del Poder Legislativo, le lleven en el discurso la contra.
Quizá no se pueda hacer una prospectiva de lo que pase en los siguientes meses, es muy pronto hay poca información, muchos intereses en juego.
Y a eso habrá que sumarle el tema económico, por un lado la Presidenta muestra esfuerzos por asegurar a los inversionistas la seguridad requerida, por el otro los senadores y los diputados sacan al debate temas insospechados, con riesgo, como la reforma al Artículo 1 de la Constitución.
La Supremacía Constitucional espanta a muchos, sobre todo a quienes nunca vivieron el régimen autoritario del PRI, cuyo ADN parece haber permeado perfectamente en los responsables de la 4 T.
A estas alturas López Obrador, hace seis años tenía un recurso cotidiano, una especie de “muletilla”, “echarle la culpa al pasado”. Con ello conseguía mantener viva la emoción de sus seguidores.
El problema que tiene ahora Claudia Sheinbaum es que ella no puede hacer uso de ese recurso, no puede echarle la culpa de lo que pasa al anterior gobierno, sería tanto como dejar entrever que su antecesor no resolvió los problemas, y ella es la responsable de seguir edificando el proyecto original, hacerlo sería como darse un balazo en el pie.
O por lo menos, así me lo parece.