Por Valentín Varillas
No, una mañanera opositora no parece ser el remedio para prender la alicaída campaña de Xóchitl Gálvez.
Si la original es mala, la copia es mucho peor.
Los creadores de esta pésima estrategia, venden mucho sus “likes” y supuestos seguidores y la presentan –faltaba más- como un fenómeno mediático.
No lo es.
Su contenido, como el actuar de la oposición en todo este sexenio, es absolutamente reactivo.
Se basa, invariablemente, en lo que dice y hace el presidente en su conferencia de prensa matutina.
En ese tan criticado foro, que siguen al pie de la letra todos los medios masivos del país.
En donde se etiquetan a amigos, enemigos, aliados e indeseables, con una facilidad que espanta.
La mayoría de las veces, sin el menor sustento, prueba o dato duro.
Pero se trata de un medio muy efectivo para engrosar la armadura que cobija socialmente a López Obrador y que lo perfila con un nivel de aprobación a su mandato, de entre 65 y 70%.
Ese indicador debería de ser suficiente para que los estrategas de Xóchitl se hayan dado cuenta que, pegándole al presidente no van a tener una mayor cantidad de votos en las urnas.
No se dan cuenta que no es con él.
Que la batalla en términos de tirar a AMLO del lugar privilegiado que por una muy extraña razón ocupa entre los mexicanos, está de antemano perdida.
Pero ahí van.
Otra vez.
Bailando al ritmo que el jefe del ejecutivo les marque.
Se desgastan inútilmente subiéndose con todo al ring de los madrazos, en una batalla absolutamente desigual.
Se trata de una cruzada que tienen de antemano perdida.
De entrada porque no pueden competir contra el enorme peso y la influencia que tiene la investidura.
Tampoco, contra la enorme caja de resonancia en materia de contenidos, que le dan a la mañanera original el seguimiento de todos los medios públicos y privados del país.
Y lo peor: obligando a su candidata presidencial a ser parte de otro patético teatro más, ella termina siendo parte de la larga lista de promotores y difusores de los contenidos del discurso público oficial.
Otra vez, acaban haciendo lo que tanto criticaron.
Y no va por ahí.
El sector del electorado que todavía no define el sentido de su voto, o bien que no sabe ni siquiera si va a salir a votar o no, espera que lo convenzan con formas novedosas de promover un proyecto de gobierno diferente, propio y sobre todo, original.
No una mala copia de lo que de por sí ya aborrecen.