Por Valentín Varillas
La marcha de ayer en Puebla es un buen parámetro para medir el posicionamiento del partido en el poder.
De cómo se encuentra su capacidad de convocatoria como instituto político en todo el territorio estatal.
Un termómetro certero de la respuesta de simpatizantes y militantes, en una coyuntura que sin duda puso a prueba a la nueva dirigencia estatal.
Y la respuesta, como se esperaba, fue muy buena.
Cumplió a cabalidad con lo presupuestado en la oficina principal de Casa Aguayo.
A la par, la presencia de poblanos en las calles en un evento de apoyo al Movimiento de Regeneración Nacional, pero sobre todo a la Cuarta Transformación que encabeza Andrés Manuel López Obrador, ubica en su justa dimensión la importancia real que tiene en el estado para la continuidad del actual grupo político en la presidencia de la República.
También es una muestra clara, contundente, de que el gobernador Barbosa sabe cómo ejercer la jefatura política de la entidad.
Sí, todo esto tiene que ser analizado desde la óptica de la política real.
No desde la romántica teoría.
Mucho menos desde las filias y las fobias.
Todo lo que vimos ayer seguramente será traducido en votos contantes y sonantes a favor de todos los que compitan por un cargo de elección popular en el 2024.
Oro molido para sus aspiraciones, de acuerdo con el balance final.
Y esta parte, la personal, es fundamental de acuerdo a la manera en la que se confeccionó la movilización.
Fue el gobernador de Puebla el primero en anunciar que habría una marcha en el estado como espaldarazo al presidente, una vez que sus opositores habían llevado a cabo un ejercicio similar el 13 de noviembre.
La fecha anunciada originalmente por Miguel Barbosa fue: 27 de noviembre.
Nadie se imaginó que al otro día, en su mañanera desde Palacio Nacional, AMLO haría exactamente lo mismo.
Idéntico.
Esto obligó al mandatario poblano a cambiar la fecha, comprometiéndose además a llevar a un importante contingente poblano a la capital para cerrar filas con López Obrador.
De esta manera, se volvió natural el asociar el tema de la idea original de la marcha con la figura del gobernador de Puebla.
El evento de ayer es valioso también para descontar de antemano a quienes lejos de sumarle a Morena y al presidente, a pesar de su jurada, de su “convencida” militancia, operarán en contra de los intereses electorales del partido y del movimiento al que pertenecen.
Pesarán más sus intereses y apetitos personales.
Algunos ya probaron las mieles del poder y se volvieron adictos, a pesar del monumental ridículo que en su momento hicieron cuando fueron gobierno o tuvieron un cargo importante en el servicio público.
Ya se sabía, tal vez.
Pero lo realmente importante es que, a partir de ayer, ya existe una valoración real de lo que pesan en la política poblana.
Y es claro que nada, absolutamente nada.
Por más que intentaron sabotear, obstaculizar y minimizar públicamente la marcha, quedaron anulados ante el nivel de la respuesta.
Fracasaron, otra vez, como lo han hecho durante buena parte de su vida.
Sobretodo cuando ya no pudieron colgarse del arrastre y popularidad de terceros, cuando su incapacidad de dar resultados les arrebató el manto protector que los cobijaba.
Manto que, sobra decir, jamás los volverá a arropar.