23-11-2024 08:17:02 AM

Morena, en su espejo

Por Valentín Varillas

 

¿Cómo se ven hoy los militantes y simpatizantes de Morena, después del desaseo que prevaleció en los procesos internos para perfilar el relevo de sus órganos de dirección?

¿Qué tipo de reacción les genera la imagen que les devuelve el espejo en el balance final de su primer gran reto como partido?

¿Cómo digieren la violencia, el acarreo, la compra de voluntades y las irregularidades de todo tipo, que acabaron siendo la constante a lo largo y ancho del país?

Nada nuevo.

Como todos los demás, como siempre ha sucedido en la historia política de este país.

Imágenes que comprueban las historias de horror que se vivieron este fin de semana, existen de sobra en medios tradicionales y redes sociales.

Sin embargo, en el caso de Morena, no podía existir la menor duda sobre la limpieza y honestidad en la conducción del partido.

El mismo que tuvo como mito fundacional aquel fraude en la presidencial del 2006.

El que hasta la fecha, se asume como víctima constante de todo tipo de complots, conspiraciones de alto nivel y sabotajes por parte de poderes distintos al ejecutivo y sobre todo, por parte de organismos autónomos como el INE.

Ese que quienes ayer nos dieron cátedra de su bizarro concepto de “democracia”, pretenden desaparecer a través de un bodrio de Reforma Electoral, que tiene como objetivo único el centralizar la organización y calificación de los procesos electorales del país.

¿Se imagina ese escenario en el contexto del penoso espectáculo que acabamos de ver?

No, mejor ni siquiera plantear la probabilidad de que algo así fuera la norma de nuestra vida democrática.

La que, con todo lo perfectible que pueda ser, es preferible al enfrentamiento de tribus antropófagas que protagonizaron militantes y simpatizantes del mal llamado “partido en el poder”.

Y digo mal llamado, por lo de partido, no porque hoy no detente un poder cuasi-absoluto, muy similar al que ejercía el PRI en aquellos oscuros tiempos del régimen de partido único, sino porque en el Movimiento de Regeneración Nacional no existe un mínimo de institucionalidad.

De respeto a sus estatutos y principios.

Y así, no merecen ostentarse como partido político formal.

Con todo y sus 33 millones de votos en el 2018.

Con todo y que gobiernan la gran mayoría de los estados del país.

Con todo y que su macho alfa, el único en teoría capaz de unir los retazos que componen este híbrido político, despache en la oficina principal de Palacio Nacional.

Y viene lo peor.

Las impugnaciones, el golpeteo entre grupos, el sabotaje y la operación en contra de quienes resultaron ser los grandes perdedores.

Los que al final, no podrán cumplir su objetivo de llevar mano en la definición de la estrategia electoral y mucho menos, en la selección de candidatos para los procesos que vienen.   

En el fondo, Morena sigue fracasando en su proceso de instauración y afirmación como el partido mayoritario en México.

Y no porque sus integrantes se hayan convertido en lo que tanto criticaron.

La cruda realidad es que siempre han sido, son y seguirán siendo lo que tanto criticaron.

Buen provecho con su cambio.

 

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