Por Alejandro Mondragón
Hasta antes del milenio, Puebla se había convertido en el lugar privilegiado para invertir, hacer negocios y generar empleos.
La presencia de Volkswagen y la ascendente vida comercial llevaron a la entidad a ser vista como un próspero espacio para la reproducción de capital.
Peeeero todo se torció por la pasividad, complicidad e incluso acuerdos inconfesables de gobiernos subsecuentes con el crimen organizado.
Ahora, Puebla es el sitio privilegiado (por sus ductos de gasolina, gas, transporte, narcomenudeo e infraestructura para el lavado de dinero) para delinquir.
Las bandas criminales se apoderaron del control de comunidades, lograron mezclarse con el enjambre social y las consecuencias han sido más que esperadas.
Los acuerdos con la delincuencia eran más que manifiestos y, por ende, ninguna autoridad les puso un alto.
Llegó la 4T a gobernar Puebla y las cosas comenzaron a cambiar, lo que llevado a tales grupos a presionar por cualquier para evitar la pérdida de privilegios.
La diferencia, dijo ayer en conferencia de prensa, Luis Miguel Barbosa es que hoy no existe acuerdos entre el gobierno y las bandas criminales para delinquir.
“Se les puso un alto”, subrayó.
El mandatario dejó en claro que la limpia en las áreas de seguridad será total, sin solapar a nadie ni permitir que sigan con acciones de presión al gobierno frente a una sociedad que resiente tales agresiones delictivas.
Está claro que las sacudidas por la inseguridad se resentirán, pero ahora sin pactos con el crimen se combatirá de frente.
Otro problema radica en que los llamados barbofóbicos han optado por sumarse a esa presión de las bandas delictivas en aras de que le vaya mal al gobierno.
Sí, aunque usted no lo crea.