Por Alejandro Mondragón
Detrás de la contienda por la dirigencia estatal del PAN se registra otra guerra feroz.
Involucrados aparecen 4 personajes que en el pasado cohabitaron, para bien o para mal, en el morenovallismo.
Antonio Gali Fayad, exsecretario de Infraestructura, exalcalde de Puebla y exminigobernador; Jorge Aguilar Chedraui, exsecretario de Salud y líder del Congreso; Pablo Rodríguez Regordosa, exsecretario de Desarrollo Económico, exdiputado y exdirigente del PAN municipal; y Eduardo Rivera Pérez, dos veces edil de la capital.
No se olvidan afrentas del pasado. Genoveva Huerta resolvió sumar a Aguilar Chedraui y Pablo Rodríguez con lo que se alejó de Gali y éste comenzó a operar por los intereses de Rivera Pérez, a través de Augusta Díaz de Rivera.
Gali ya había “planchado” con el entonces gobernador Rafael Moreno Valle que lo sucedería por un periodo de 4 años y 6 meses, pero desde el Congreso del Estado, Aguilar Chedraui operó para descarrillar a Tony y con los duros de la burbuja morenovallista imponerse en que sólo fuera por un año y 8 meses.
¿Cuántos problemas se habría evitado si Rafael termina por hacerle caso a Gali?, pero al exgobernador le acabaron por llenar la cabeza de insidias y deslealtades que terminaron por convencerlo: “Gali trae acuerdos con tus enemigos y vendrá por nosotros”, le dijeron.
Gali lo supo y puso en su lista de intransitables a Aguilar Chedraui, en la misma que años antes había puesto a Pablo Rodríguez Regordosa, quien al iniciar el sexenio morenovallista acusó a Tony de cobrar moches. Nunca lo pudo probar, pero la guerra estaba cantada.
Ambos, Aguilar y Pablo, fueron quienes operaron la persecución de Eduardo Rivera, tras dejar el cargo de edil, por el tema de las cuentas públicas. Lo exhibieron, lo denunciaron y también fueron colocados en la lista de indeseables de Rivera Pérez.
Eso es lo que ha venido a contaminar más el proceso interno del PAN, en el que sólo saldrá un bando ganador y otro perdedor.
No hay más: polvos de aquellos lodos.