Por Valentín Varillas
No es ir en contra del presidente ni de su gobierno, el señalar los riesgos concretos que puede llegar a tener para la competitividad de la industria nacional algunos puntos específicos de la Reforma Energética que se discute en el legislativo federal.
Para el gobernador de Puebla, como debería de ser para el resto de los mandatarios del país, un tema fundamental es que los empresarios que han invertido en Puebla no pierdan mercado y que la industria poblana se recupere de los terribles saldos que ha dejado la pandemia.
Más allá del fanatismo que algunos ensayan en su obsesión de quedar bien con todos y con todo, lo que hace falta son posiciones realistas que reconozcan lo que le conviene al país y señalen con toda claridad lo que pudiera resultar perjudicial.
Algo absolutamente natural si le creemos a López Obrador aquello de que hoy se viven tiempos de absoluta libertad en México.
En donde, a diferencia de otras épocas, se vale opinar distinto, se permite disentir, a pesar de la permanente y cada vez más grande polarización en la que se mueve el debate público nacional.
Muchas son las coincidencias entre el gobernador y el presidente en temas importantes como la política social, el combate a la corrupción, además de las prioridades con las que deben de actuar quienes se dedican al servicio público.
Auténtico escozor les causa a algunos que hoy se vive una magnífica relación entre niveles de gobierno.
Que con la llegada de Adán Augusto López a la Secretaría de Gobernación federal, la interlocución con Palacio Nacional mejoró de manera radical.
El propio presidente lo ha dejado claro, tanto en el discurso, como en los hechos concretos.
Por un lado, el reconocimiento a Puebla como uno de los estados que con recursos propios atendió de manera inmediata las afectaciones después del paso del huracán Grace y por el otro, después de una reunión privada en donde se puso sobre la mesa el rezago que existía aquí en materia de vacunación, mejoró notablemente la distribución y aplicación del químico en la entidad.
Así que, en los hechos, no hay conflicto alguno.
Al contrario.
Y Manuel Bartlett no es ni siquiera un tema que pudiera pesar en la interlocución.
Ni para bien ni para mal.
Nula es su influencia política en el estado y quienes en su momento se formaron a su lado, han tomado otro derrotero muy distinto en su vida pública.
Tienen ruta, carrera e intereses propios que no convergen ni de broma, con la responsabilidad y el desempeño en el gobierno federal de quien, por un fortuito accidente geográfico, nada más, tuvo la oportunidad de gobernar este estado.