23-11-2024 07:41:42 PM

Las razones de Scherer

Por Valentín Varillas

 

Desde el momento mismo en el que se manejó como rumor la inminente salida de Julio Scherer de la consejería jurídica de la presidencia, se desataron todo tipo de especulaciones sobre el por qué, a medio sexenio, abandonaba al presidente quien había sido considerado como uno de sus más cercanos colaboradores.

Desde el faraónico lujo con el que supuestamente operaba su oficina, hasta un tema de celos y competencia ante la llegada de Adán Augusto López a la Secretaría de Gobernación.

También la teoría de un reclamo airado de López Obrador a manejo editorial del semanario Proceso -en donde Scherer sigue teniendo un importante paquete accionario-  y su inclusión en un frente mediático que públicamente anunció que juntos trabajarán en defensa de la libertad de expresión en el país.

 

Todas estas versiones tienen algo o mucho de verdad y sin duda pudieron haber influido directa o indirectamente en la renuncia.

Sin embargo, paralelamente, existe otra posibilidad, mucho más de fondo que de forma, que pudiera haber jugado en la ecuación.


Temas que tienen que ver, precisamente, con asuntos jurídicos cuya operación y seguimiento le competían directamente y de cuyo éxito y viabilidad legal no estaba plenamente convencido.

Casos que han sido publicitados con bombo y platillo desde el discurso oficial, como ejemplo de combate a la corrupción y a la impunidad, pero que no necesariamente están bien armados desde la óptica del respeto y la aplicación al estado de derecho.

Que jalan adeptos, que atraen reflectores, que suben los bonos presidenciales, que afianzan el voto duro y la convicción de quienes creen a pie juntillas que hoy se vive una auténtica transformación del servicio público, pero que tienen fecha de caducidad y que tarde o temprano fracasarán por su debilidad jurídica.

Sobre todo porque, los más “espectaculares” están basados en declaraciones de personajes corruptos del pasado que hoy gozan de los beneficios de un burdo pacto de impunidad signado a cambio de acusar de lo que sea, a cualquiera que represente un obstáculo al actual grupo en el poder. 

Y esa cruda, pero muy realista radiografía no le gusta nada, le incomoda y le estorba a un mandatario que usa y abusa a placer de las instituciones del Estado mexicano para posicionarse en lo político-electoral.

Que es un experto en convertir en un show, en una burda comedia de vodevil, cuestiones que únicamente tienen que ver con la simple y llana aplicación de la ley.

Pareciera que, en este contexto y con estas importantes diferencias, la coexistencia era ya prácticamente imposible.

Imposible saber hoy si la cercana y comprobada buena relación de Scherer y López Obrador se dañó en lo personal, más allá del evidente rompimiento institucional.

La respuesta la sabremos en función de dónde lo veamos, o simplemente lo dejemos de ver, en la vida pública nacional.

 

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