Por Alejandro Mondragón
Dos lecturas dejó la Consulta sobre los expresidentes que se celebró este domingo.
La primera, en voz del presidente Andrés Manuel López Obrador, insistir en que tales ejercicios se realicen simultáneamente durante la jornada electoral que corresponda.
La segunda, en palabras del gobernador Luis Miguel Barbosa, que las consultas llegaron para quedarse y abren ya la opción de realizarlas en los ámbitos locales de los Estados.
Y aquí estaría por demás conocer algunos de los temas que se pondrían someter a consulta popular, como la verdad sobre el caso Chalchihuapan; los esquemas de obra pública que dejaron una mega deuda al estado; el espionaje que tanto lastimó a Puebla; y la privatización del sistema de agua potable que aún causa dolores de cabeza a autoridades y ciudadanos.
Seguro generarán controversia, pero sin duda la sociedad tiene que saber hasta dónde se torcieron leyes, instituciones y recursos para favorecer los intereses de grupo.
La impunidad vista como ya se fueron o murieron, hay que darle vuelta a la hoja, es un problema que estructuralmente daña a la entidad.
Aquí, por supuesto, tienen corresponsabilidad los tres niveles de gobierno y no uno solo.
Sobre el ejercicio del domingo, sin duda fue un punto de arranque sobre el modelo de democracia participativa.
Los opositores que festinaron los resultados de baja participación en realidad responden la interrogante sobre por qué rechazaron que se efectuara durante la elección pasada.
Otra historia se habría planteado, pero sin importar su resultado está claro que el ejercicio con otro esquema de difusión, precisión en la pregunta y menos fobia servirá de contrapeso del poder.
