23-11-2024 04:17:45 AM

Carta al presidente Felipe Calderón

Lic. Felipe Calderón Hinojosa
Presente

Atención a la opinión pública nacional

Fui invitado en mi calidad de ex-becario del Programa de Mejoramiento del Profesorado a este evento. El motivo de mi presencia en este recinto no es el de respaldar un acto oficial de su gobierno, que en mi modesta opinión, es de procedencia ilegítima y cuya legalidad originaria quedará históricamente en disputa debido a que usted y sus adherentes se negaron para siempre a transparentar las votaciones de 2006.

Estoy aquí por otras razones; la primera es personal: acusar recibo ante mis pares docentes del generoso donativo de que fui objeto de parte del pueblo de México al distinguirme con una beca para concluir mis estudios de doctorado. Esta es, también, una manera de mostrarle a la ciudadanía que ese dinero ha sido honradamente desquitado y he logrado, como muchos de los aquí presentes, el más alto grado académico en la profesión del conocimiento universitario. En nuestra vuelta a la docencia activa, hoy muchos de nosotros, afortunados de haber tenido y conservado nuestro empleo, estamos insertos en las universidades públicas enseñando y formando a las generaciones de estudiantes que son ya el presente y futuro de México. De esa manera retribuimos, aunque sea en parte, el enorme esfuerzo que hizo nuestra empobrecida nación y le garantizamos que fue no sólo un gasto, sino más bien una inversión fructífera, habida cuenta de que consistió en maximizar la educación de un educador. Considero no equivocarme al hablar en plural de que estamos contribuyendo, los ex−becarios, a atenuar el deterioro educativo y cultural en que nuestro país se ha visto inmerso en las últimas décadas resultante, entre otras trabas, de la sigilosa pero sistemática privatización de la enseñanza, el insuficiente financiamiento a la educación pública y la investigación científica y el oneroso cacicazgo que gravita sobre ella.

Hoy, merced al errático liderazgo político nacional, y a pesar de los esfuerzos que a diario hace nuestro pueblo, objetivamente estamos luchando para no pasar de la indeseable mediocridad que nos avasalla a la minusvalía y el fracaso colectivo. Está previsto que la recuperación y el mejoramiento quedará pendiente para una próxima década.

Otro de mis motivos personales para estar hoy aquí es el de reconocer y honrar este recinto como el único y verdadero seno del poder público de México (no los despachos de Wall Street, no la Casa Blanca ni el Pentágono; tampoco las oficinas privadas del centro de  Chapultepec ni del Ajusco, ni las salas de juntas de los emporios industriales o comerciales de la boyante pero  paradójicamente decadente clase empresarial regiomontana o defeña; sino nuestro Palacio Nacional), que es propiedad común de todos los mexicanos, y al que habremos de volver todos los ciudadanos, de todas las banderas, por medio de un gobierno democráticamente electo y legítimamente constituido.

El motivo último de mi presencia aquí es de orden moral. Tengo la obligación de hacerle patente, licenciado Calderón, las graves consecuencias que tienen para el pueblo pobre de México, es decir la abrumadora mayoría en aumento, las políticas que usted y su equipo de gobierno promueven y toleran; políticas de privatización y acaparamiento de la riqueza social, concentración monopólica, competitividad exacerbada, éxito individualista y toda forma de egoísmo rampante, casi siempre amparadas mediante prácticas nepóticas y de corrupción que van a contrapelo de las posibilidades de toda evolución social armónica y dan al traste con la convivencia civilizada y pacífica que hoy con índices alarmante estamos perdiendo.  Le remito a innumerables evidencias halladas por la ciencia evolucionista, campo de trabajo del que habla, que señalan que es la equitativa redistribución de la riqueza producida la mejor y única manera sustentable de servir a los fines de producción y multiplicación, tanto de la riqueza material por la que pugnan todas las naciones, como del bienestar de sus pueblos. En pocas palabras, la única manera inteligente de lograr la riqueza de la sociedad es procurando el bienestar de todos sus sectores sociales, incluyendo prioritariamente aquellos que viven en condiciones de aguda precariedad. Usted y los anteriores presidentes, conciente o inconcientemente, han hecho lo contrario de lo que dicta el espíritu de solidaridad universal y hoy todos pagamos las consecuencias: carencias materiales, conflictos sociales, desmoralización y sufrimiento de grandes sectores de la población, así como pérdida de valores pro-sociales. Sin embargo y de la manera más cruel, los más castigados por estas plagas serán quienes son más inocentes: las generaciones juveniles y del porvenir.  

Dado el enorme poder que reúne su investidura presidencial para determinar por acción u omisión el horizonte inmediato del pueblo de México, no puede haber relevo de su responsabilidad histórica, ni más plazo de gracia posible, so pena de comprometer el futuro de nuestros hijos y nietos. Rectifique radicalmente ahora, en los hechos, y en el plazo inmediato o prepárese para contemplar impotente el creciente deterioro de un país que eventualmente habrá de resarcirse de los golpes recibidos a un costo más elevado y en un plazo más penosamente largo. Cuando se recupere será gracias sólo al esfuerzo de otros líderes y otras doctrinas económicas y filosóficas, distintas de las que usted empecinadamente profesa.

Sin otro particular, quedo de usted, atentamente

Dr. Ramón Patiño Espino
Profesor Investigador
Facultad de Filosofía y Letras BUAP
Av. Palafox y Mendoza 227 Col. Centro
Puebla, Pue.
rpatinhoster@gmail.com

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