Por Valentín Varillas
En Puebla, en el sexenio de Rafael Moreno Valle, se hicieron jugosos negocios con la operación de los mal llamados Centros de Readaptación Social.
Esos que en los hechos son auténticas universidades del crimen.
Como nunca antes, las cárceles significaron una fuente de cuantiosos ingresos para quienes ocupaban la élite del poder en aquellos tiempos.
Era el “modelo García Luna” aplicado al pie de la letra por uno de sus alumnos más avezados: Facundo Rosas Rosas.
Ese modelo que hoy se investiga por parte del gobierno federal y que ha dejado expuestas toda una serie de abusos y actos de corrupción.
En lo clandestino, se toleraba y fomentaba de todo : venta de alcohol y drogas, introducción de armas, prostitución, tráfico de celulares para operar extorsiones y secuestros, además de la subasta de todo tipo de privilegios.
Pero también en lo institucional, existieron irregularidades mayores.
La entrega de millonarios contratos de manera discrecional a proveedores que se embolsaron grandes cantidades de dinero y que no cumplieron con lo establecido en el documento, o bien lo hicieron de manera parcial.
La Cosmopolitana, por ejemplo.
A través de un contrato otorgado de manera directa, sin licitación de por medio, a partir de 2014, esta empresa se convirtió en una intocable dentro de la lista de proveedores de productos y servicios del gobierno poblano.
El problema es que cobraba mucho y ofrecía muy poco.
En ese tiempo, debía “alimentar” a cerca de 7 mil 500 policías y a más de 5 mil 400 internos en centros penitenciarios poblanos.
Por cada uno de los primeros empezó cobrando 300 pesos y 350 por cada reo.
A cambio de este dinero, la empresa otorgaba un menú para los policías consistente en: Atole y pan en el desayuno, pasta o arroz, una naranja y un Frutsi en la comida y pan de dulce con café para la cena.
Nada más.
En las cárceles, por más dinero, ni siquiera alcanzaban eso.
Apenas se sirve un poco de arroz, con un caldo aguado de dudosa procedencia y un líquido pintado que pretende pasar por café.
Negociazo.
Y así fue y así ha sido en el resto del país, gracias a la influencia de personajes cercanos a García Luna, insertados en posiciones de poder.
En el 2016, Anabel Hernández publicó “En el Altiplano el diablo viste de azul”, reportaje que vistió el número 2054 de la revista Proceso y en donde desnudó la corrupción y la venta de privilegios que reinaban al interior de este Centro Federal de Prevención y Readaptación Social.
En una reveladora parte, un ex -interno del penal habla de las condiciones en las que están condenados a vivir quienes se encuentran ahí recluidos:
“En la cárcel federal la comida es pésima, pero empeoró en el sexenio de Felipe Calderón, cuando se contrató a la empresa La Cosmopolitana para preparar los alimentos de los internos. Los alimentos frecuentemente están echados a perder y hay intoxicaciones masivas. Esa fue una de las razones de la huelga masiva de hambre organizada en julio de 2014”.
En el 2019, el medio Animal Político reveló una serie de intoxicaciones masivas que se dieron, a lo largo de todo el país, en aquellos centros penitenciarios federales que operaba La Cosmopolitana.
Se calcula que más de 5 mil 100 internos enfermaron por consumir alimentos en estado de descomposición, servidos por la empresa.
Ahora que el gobierno de López Obrador ha decidido entrarle al tema, no debe de haber medias tintas y se deben tomar acciones caiga quien caiga.
Sin embargo, el mayor reto va a ser que en este gobierno no se cometan los mismos excesos y corruptelas que en pasado.
No vaya a ser que, como sucede en otros rubros, se hagan los mismos negocios de siempre y que únicamente cambien los nombres y los apellidos de los beneficiados.