22-11-2024 10:43:00 PM

Proyecto poblano exitoso?para Bogotá

A finales de la década de los noventa, Enrique Peñalosa era un joven político colombiano que tenía un objetivo muy claro: gobernar la capital de su país, Bogotá, llevando a cabo un programa de aplicación de políticas públicas orientadas a la resolución inmediata de los problemas prioritarios de esa urbe, sin importar que al hacerlo, pudiera dañar los intereses económicos y de poder de las mafias enquistadas en las altas esferas de la política de la ciudad en la que vivía.

Resolver la complicadísima realidad que atravesaba Bogotá en materia de tránsito vehicular era primordial.

Por eso, como eje central de su campaña, Peñalosa buscó asesorarse con los mejores del mundo.

Su equipo tendió lazos de manera inmediata con representantes de la empresa brasileña Logit, especialista en idear, planear y operar, estrategias encaminadas a la implantación de sistemas de gestión, programación operacional y simulación de demanda y evaluación de proyectos relacionados con el transporte público.

Los amazónicos se dedicaron entonces a analizar la realidad de la capital colombiana en la materia y encontraron similitudes asombrosas con un estudio previo que la misma Logit había realizado en 1995 para una ciudad con una problemática idéntica en la materia.

Esa ciudad era Puebla.

En tiempos de Manuel Bartlett, la empresa brasileña realizó un estudio de viabilidad técnica, económica y operativa de instalación en la capital de un sistema de “autobuses rápidos”, llamado autobús express o Bus Rapid Transit (BRT), concluyendo que se trataba de la medida óptima para resolver los problemas de tráfico vehicular en la ciudad.

El acercamiento se dio a través de la intermediación del ingeniero Patricio Cal y Mayor.

Sin embargo, a pesar de que la construcción de este medio alternativo de transporte era viable técnica y presupuestalmente, decidirse por BRT implicaba el eliminar las mafias y de paso afectar los intereses de encumbrados políticos poblanos que a través de prestanombres eran ( y siguen siendo actualmente) los verdaderos dueños de las rutas más atractivas del transporte público.

No pasó nada y el tema pasó a engrosar el anecdotario político local.

Sin embargo, en Bogotá sí pasó.

En 1998, Logit le vendió a Enrique Peñalosa el mismo proyecto que había realizado para Puebla y el colombiano lo convirtió entonces en el eje central de su campaña rumbo a la alcaldía.

Avalado por urbanistas, ambientalistas y especialistas en desarrollo sustentable, la posibilidad de contar con un medio de transporte eficiente, rápido, barato, además de respetuoso con el medio ambiente, significó en los hechos un triunfo arrollador.

Ya como alcalde, Peñalosa convirtió su “megaobra” en una contundente realidad, con un éxito rotundo.

Hoy en día, Bogotá es un ejemplo en foros internacionales de resolución efectiva del problema del crecimiento desordenado y de cómo es posible eficientar el tráfico vehicular en ciudades con crecimiento acelerado, sin optar por políticas públicas que fomenten la utilización del automóvil.

Mientras, a Peñalosa se le considera hasta la fecha como “el gran transformador de Bogotá”.

Todo esto gracias a un programa pensado y diseñado para implementarse en Puebla desde hace casi 15 años, pero que fue en su momento desdeñado por afectar los intereses personales de nuestros gobernantes.

Y nuestra ciudad ¿cuándo?

Por cierto, si se deciden al final por el ya tristemente célebre Viaducto elevado ¿cómo será recordada Blanca Alcalá?

latempestad@statuspuebla.com.mx

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