26-04-2024 05:47:08 PM

Quintana cede mando a Pancho Emmelhainz

Más interrogantes que respuestas envuelven la publicación del libro “Los secretos del Yunque”, escrito por el ex alcalde Luis Paredes Moctezuma y alter ego Enrique Cid.

Y es que precisamente este último nombre no aparece en el Registro Civil, pues se trata del seudónimo utilizado en la Organización.

La próxima estará ya en circulación, pues la editorial es Grijalbo. Sí, la misma que respaldó el último libro de Carlos Salinas de Gortari.

No es común que se publicite así algún libro, sin duda ¡hay alguien atrás!

Dice Paredes que en el sexo y en la política se debe ser sutil y oportuno, ¿cómo se aplica eso aquí y ahora?

Pero lo que destaca es la coyuntura, pues la publicación del libro aparece en plena entrega de estafeta del jefatura de El Yunque por parte de don José Antonio Quintana Fernández a favor de Francisco Emmelhainz Naveda, quien queda ya como presidente del patronato de la UPAEP, la universidad de Leo o Toño.

La revista Proceso dio a conocer en su edición de esta semana un fragmento del libro “El Yunque o la nueva Cristiada” del ex alcalde de Puebla.

Vale subrayar las siguientes revelaciones:

“¿Cómo surgió? ¿Quiénes la fundaron y quiénes la han integrado? ¿Cómo alcanzaron posiciones de poder frente a un sistema omnipotente? ¿Qué ideas los animaban? ¿Cómo se prepararon? ¿De dónde provenían sus recursos financieros? ¿Controla esta organización el poder en México? ¿En qué otros países actúa?

“Me considero una voz autorizada para responder a estas preguntas y a otras más. Milité en la organización El Yunque durante más de 30 años, desde el mítico 1968. Crecí con ella y como miembro fui líder estudiantil, dirigente empresarial, alcalde de Puebla de los Ángeles, donde surgió y se propagó. En ella se me preparó y ayudó a establecer relaciones para influir en la política nacional. Sus miembros, mexicanos visionarios, desatamos acciones concertadas a las que se sumaron incontables actores políticos, económicos y sociales para zarandear a un régimen imperial cuyo poder parecía no tener límites.

RAMÓN PLATA
“Muy poco traté al jefe fundador de la organización. Lo conocí cuando fungió como conferencista en un curso nacional efectuado en Cholula. Su personalidad impactaba y debo comentar que cuando me causó esta impresión, no sabía que era el jefe general. Esto debió de haber sido hacia 1972.

“Volví a verlo varias veces en julio y agosto de 1975, cuando se preparaba aquel acto en el Parque Nacional de los Remedios donde la organización hizo surgir a un “ejército” de la nada y dejó ver a la ensoberbecida familia revolucionaria que era posible una nueva Cristiada.

“Este acontecimiento poco después lo llevaría al exilio y más adelante le costaría la vida. Entonces sí lo identifiqué, lo traté y recibí sus instrucciones directas.

“De mente lúcida y ánimo encendido, irradiaba idealismo, arrojo y congruencia. Me motivó que él fuera nuestro jefe. Meses después supe que había sido víctima de un artero atentado al que sobrevivió de manera milagrosa.

“No me enteré sino hasta tiempo después que se había exiliado. Luego, por una esquela publicada en el periódico Excélsior supe que había muerto y, días después —dado que esto ocurrió la Nochebuena— me enteré que se había tratado de un asesinato. Guardo de él un respetuoso recuerdo.

“José Antonio Quintana, su sucesor, fue jefe regional en Puebla desde 1968 (año de mi ingreso en la Organización) hasta 1979. Fue mi jefe directo mientras ocupé un asiento en el mando regional de 1974 a 1978 como secretario de Enseñanza y después cuando fungí como jefe de una rama universitaria. Ingeniero civil de profesión, ha tenido desde que lo conozco uno de los más acreditados despachos de Puebla, que más tarde se convertiría en compañía constructora.

“Tuvo clientes muy interesantes -buenos mecenas, podríamos decir- para los que desarrolló varios de los principales fraccionamientos de la Puebla de los años sesenta y setenta. Aparte de este nicho comercial que fue bien interesante, también construyó algunas de las obras más importantes de la ciudad durante esas décadas y hasta la fecha.

“No pretendo presentar aquí la biografía de Leo, pero es conveniente saber de qué tipo de persona hablamos. Miembro del consejo de administración de varios bancos y empresas a los que era llamado no por el capital que podría aportar sino justo por su consejo, nunca ha gustado de los reflectores, jamás buscó presidencias ni figurar; procuró siempre ser el poder tras el trono.

“Eso le dio gran fuerza y autoridad moral. Supo imponer el orden y equilibrar las muy disímbolas personalidades de sus brillantes subordinados: Manuel Rodríguez Concha, José Antonio Arrubarrena Aragón, Juan Aurelio Vigil Ávalos, Mario Bracamonte Zardeneta, Eduardo García Suárez, Gerardo Pellico Agüeros, Manuel Díaz Cid en una primera línea; Ramón Buergo Ferrari, Alfredo Sandoval González, Alfonso Prieto, Mario Iglesias García Teruel, Vicente Pacheco Cevallos en una segunda línea; dicho esto en razón de edad y no de otra cosa.

“Luego siguió mi camada; serví a las órdenes de varios de los mencionados. Cuánto aprendí de ellos. Ninguno fue rico ni poderoso, pero todos eran talentosos y exitosos. Y teníamos jefe: Leonardo.

“Su forma de vida ha sido y es demasiado austera. Por las obras y los negocios en que participaba, podía tener una casa y un automóvil mucho mejores que los que ha tenido. Pero se asume como es, para dar ejemplo y testimonio a los miembros de la Organización. No le conozco conducta reprobable ni en su vida social ni en los negocios.

“Es una persona recatada y prudente; habla poco, escucha mucho; sabe posicionarse de manera que siempre sea él quien tenga la última palabra. En las juntas de la Organización sabía conducir el debate y sintetizar las propuestas.

“Tuvo bajo sus órdenes a un extraordinario equipo al que escuchaba (los que ya han sido mencionados en el párrafo anterior). Con todos ellos se forjó la Organización en Puebla, la que por muchos años fue la más eficaz de las fuerzas políticas en nuestra región. Él es un jefe.

“Por ser muy conservador, durante mucho tiempo se resistió a la operación de una rama femenina en su jurisdicción; contenía a sus más visionarios subordinados, moderó los riesgos de la Organización y de las instituciones que de ella habían surgido, sobre todo los financieros, en particular los de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla. Aunque surcó las crisis con gran mesura y se salvó, la institución educativa también dejó pasar interesantes oportunidades y perdió el nicho de mercado para el que fue creada. Esto afectó el desarrollo de la Organización.

“Ese espíritu que se le infundió a la UPAEP hizo que los más ambiciosos jóvenes de Puebla la descartaran, de manera intuitiva, como una opción interesante para estudiar. Quienes allí se forman están en una institución sólida y seria, pero de alcances limitados. Este fenómeno ilustra lo que sucedió en general con la Organización cuando Leo fue el jefe general. Es inteligente, pero no listo. Es constante y duro, pero no osado. Se aferra a la nostalgia de un mundo idealizado en función del conocimiento que posee, que en gran medida es obsoleto. Supo coordinar la acción y la formación de muchos para derrotar a un sistema político en decadencia.

“Pero esto se logró fundamentalmente al destacar sus fallas, no al entusiasmar con otro modelo. No imagina un futuro con el que pueda atraer a la gente de hoy; eso mismo provoca la adustez que limita su arrojo y le lleva a un extremo recato y prudencia.

“No es un hombre de poder, sino un jefe opositor y, como tal, no pudo dar lo que no tiene. Al margen de sus incuestionables logros, imprimió a la Organización una impronta que la restringió de modo brutal en lo que fue su siguiente etapa, la de gobernar”.

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