Por Valentín Varillas
No hay duda, el manejo de la crisis, sanitaria y económica, desatada a partir de la pandemia, tendrá evidentes repercusiones de tipo político-electoral.
La calificación ciudadana al desempeño de los distintos niveles de gobierno en estos tiempos difíciles, va a influir en la decisión de por quién votar en los procesos que se van a llevar a cabo el próximo año.
Por eso, no es casual que actores políticos, partidos, servidores públicos y demás, utilicen sus cuentas en redes sociales y los espacios que tienen en medios tradicionales de comunicación, para satanizar o bien magnificar los “logros” y acciones positivas que se toman en este contexto.
Son evidentes quienes le apuestan y fomentan el peor escenario posible.
Ante la falta de un proyecto propio, serio de gobierno y sumidos en el más absoluto descrédito, padeciendo una falta muy clara de perfiles competitivos en el plano en el electoral, algunos no tienen de otra.
Su estrategia de posicionamiento entre el electorado potencial se va a basar únicamente en la crítica, con o sin razones, de las decisiones que tomen los que hoy tienen la responsabilidad de gobernar.
El Covid, a ellos sí les vino “como anillo al dedo” y van a tratar de maximizar su potencial rentabilidad política.
Es el único clavo ardiente al que están sujetos; del que depende el desempeño de sus candidatos.
Nada más.
Lo anterior es de sobra conocido por el gobierno federal y sus aliados electorales.
No son casuales los recientes y sonados casos de Lozoya y El Marro.
Muy publicitados por ser una supuesto ejemplo de avances importantes en el combate la impunidad y a las organizaciones criminales del país.
Su manejo jurídico y mediático da muchos potenciales beneficios en términos de imagen al gobierno del presidente López Obrador y tienen también un amplio potencial de rentabilidad en el mediano y largo plazos.
Lozoya puede hablar mucho y aportar elementos importantes para la captura de muchos otros miembros del círculo íntimo de Enrique Peña Nieto, lo que desataría escándalos subsecuentes que también se manejarían bajo criterios netamente electorales.
Cierran la pinza los procesos legales llevados a cabo en Estados Unidos en contra de personajes de primer nivel en el sexenio de Felipe Calderón y su repercusión mediática en México.
Ahí también existen datos duros que podrían ser utilizados por las autoridades mexicanas para el inicio de procedimientos jurídicos en contra de ellos mismos, o bien de algunos otros involucrados en la entrega de las instituciones del Estado mexicano al narcotráfico.
Los “liderazgos opositores”, por su parte, han centrado su arsenal en el subsecretario de Salud, Hugo López Gatell, en su lógica el responsable de todos los males que aquejan al país por el tema del coronavirus.
Piden su destitución inmediata, en un juego perverso que les reditúa políticamente, independientemente del escenario que se presente.
Si se queda en el gobierno federal, dirán que la necedad del presidente tuvo como consecuencia aumentos exponenciales en el numero de infectados y fallecidos.
Si lo corren, en su lógica se trataría de un reconocimiento abierto, claro, contundente, del fracaso de la estrategia que hasta el momento ha implementado el gobierno federal para atender la pandemia.
¿Lo sacrificará AMLO?
Si, como todo parece indicar, el escenario no mejora en el corto plazo, podría ser, en la estrategia de control de daños, un chivo expiatorio ideal para evadir el costo del fracaso e individualizar las responsabilidades.
Hay quienes piensan que, a pesar del supuesto espaldarazo en el discurso, ya le están tendiendo la cama en el gabinete.
Es tanto lo que hay en juego en el 2021, que a estas alturas todos, o casi todos, son prescindibles con tal de ganar.
Caiga quien caiga y a como dé lugar.