22-11-2024 07:06:43 AM

Un año de la 4T en Puebla

Por Jesús Manuel Hernández

 

Politólogos y analistas de universidades han expresado sus opiniones sobre el desempeño del primer año de gobierno de Miguel Barbosa. Algunas con cargas emocionales, otras sin duda objetivas, algunas más derivadas de una relación codependiente con los grupos de poder.

A fin de cuentas, emitir un juicio sobre el primer año de la 4T en Puebla no es un asunto simple. Han existido muchas variables que han derivado en la realidad hoy vivida: una sociedad confrontada.

El primer factor que ha influido es la forma como llegó Barbosa al poder después de un desaguisado proceso en los tribunales, derivado de una elección viciada, corrupta, lo que abonó a favor de la división e incluso el rencor de las partes.

El accidente donde murió la gobernadora ahondó en el desgaste social, la reposición de los comicios vino a confrontar nuevamente a la sociedad, ayudada por las frases, declaraciones quizá sin reflexión del candidato y luego gobernador, con las consecuentes divisiones sociales.

Al fin Barbosa gobernador se presentó ante la comunidad poblana con un discurso oficial muy atractivo, incluyente, que abonó en la recuperación de la construcción social.

Más aún, Barbosa en su primera gira como gobernador agradeció a quienes votaron por él, pero también a quienes no lo hicieron o a quienes se abstuvieron de hacerlo, otro mensaje incluyente que se resumía en gobernar para todos los grupos, por ende, todos los colores.

Pasados unos días empezaron filtraciones en medios afines al gobernador sobre quiénes estorbaban en el gabinete. Revelaciones de enemistad con la Presidenta Municipal y una serie de rumores sobre su estado de salud.

Evidentemente quienes había asumido el poder con Barbosa querían cobrarse viejos agravios y quienes se vieron desplazados y acotado su poder avivaron los rumores sobre su salud.

Quedó claro desde un inicio que el hacedor de muchos puentes de Barbosa, David Méndez, operaba por encima del Secretario de Gobernación, Fernando Manzanilla a quien le cargaron la artillería para obligarlo a renunciar, asunto que él mismo sabía, y lo hizo, pero en sus tiempos, no en los del gobernador.

También quedó clara desde un inicio la mala relación con las autoridades municipales, no así con los grupos empresariales y las universidades, incluso la iglesia católica.

De los medios periodísticos se podía pronosticar fácilmente que los “de antes” no serían “los de hoy”. Y el paso de un año lo ha demostrado. Los periódicos o portales de noticias han ejercido con libertad su trabajo, pero algunos no alcanzan aún a entender que los “convenios económicos” parten en la 4T de criterios diferentes a los del pasado.

El combate a la corrupción ha tenido tropiezos y aciertos, dos o tres fichas, una de buen nivel, pero quedan muchos pendientes. El asunto de los notarios llamados a cuentas es otro acierto para muchos, pues se rompió el hilo conductor de la complicidad del poder.

Acaso la parte más sensible para los analistas sea el enfrentamiento con los morenovallistas supervivientes y enmascarados en la iniciativa privada, nada extraño.

La pandemia ha impedido el desarrollo de muchos planes de gobierno, si es que los había, o ha venido a llenar el hueco de su inexistencia, pensarán otros.

El caso es que algo sobresale en todo esto. La conformación del gabinete original, en respuesta a intereses muy claros, pago de facturas y otras lindezas, pasó por filtros de analistas que citaban a los aspirantes y los entrevistaban. Al final fue el gobernador electo quien decidió los nombramientos, aunque algunos ni siquiera llegaron a tomar posesión como fue el caso del Dr. Ruiz Arguelles llamado a desempeñarse como Secretario de Salud.

Otro que no cobró las dos primeras quincenas, fue Salomón Kuri Contreras y su sucesora María Concepción Lugo Alarcón, quien abandonó el cargo sin explicaciones dos meses después; alguno más fue presa de filtraciones sobre sus intereses y complot contra el gobernador y luego de campaña mediática fue renunciado Pedro Gómez.

La salida de Manzanilla había sido anunciada meses atrás, no eran compatibles ni las formas, ni los proyectos con Barbosa.

Pero hay otros casos a la deriva en cuanto al porqué de su salida. Idelfonso Amézaga salió de Seguridad Pública y nadie explicó la razón. Heliodoro Luna Vite, Karen Berlanga, salieron entre dudas.

Quizá los casos más notables son el del Dr. Humberto Uribe Téllez quien de un día para otro no se presentó en las mañaneras de Barbosa para informar sobre el Covid-19, el doctor Uribe venía de la CdMx con un buen perfil, pero fue presa de regaños públicos en las conferencias.

Fabiana Briseño salió de Turismo y nadie explicó las razones, aunque se filtró su renuncia semanas antes a que el gobernador lo confirmara.

Y el caso de Julio Glockner a quien muchos consideraban un tiro de precisión en las designaciones de Barbosa, tuvo confrontaciones muy serias con el gobernador y acabó retirándose.

En la mayoría de los casos se percibe desaseo en la conducción de la contratación y salida de los funcionarios. Un asunto que quizá acabe por ser el sello de “hacer historia, hacer futuro”.

O por lo menos, así me lo parece.

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