Por Abel Pérez Rojas
El coronavirus (COVID-19) y sus efectos, es algo muy parecido a una carrera de resistencia, en particular a un maratón.
A continuación, te comparto mi reflexión.
El maratón es una carrera que consiste en transitar 42 kilómetros y 195 metros.
El maratón es considerado la prueba madre dentro del atletismo porque requiere de condición física, concentración, fuerza de voluntad e inteligencia.
Son evidentes cada una de las cualidades anteriores.
Lo que no está tan a la vista es el resultado de la combinación de todas ellas.
Es una especie de coctel que pare individuos que transitan de lo común a lo sobresaliente.
Teniendo estos brevísimos antecedentes ahora veamos lo referente al coronavirus.
Los estragos ocasionados por el COVID-19 apenas comienzan.
Los efectos no pueden circunscribirse exclusivamente a los aspectos sanitarios.
Las repercusiones psicológicas, económicas, sociales, geopolíticos y tecnológicos están en su etapa inicial.
Cada país, cada región, cada familia y cada individuo la vivirá de manera muy propia.
Mal hacemos al generalizar, en aplicar el mismo rasero a cualquier cosa, en especial a crisis como ésta.
Las llamadas cuarentenas, confinamientos o aislamientos voluntarios para hacer frente al coronavirus están socavando las economías nacionales.
Italia y España extendieron el aislamiento de su población de quince días a un mes y han decretado penas severas para quienes las infrinjan.
Otros países europeos han seguido la misma ruta.
En México vemos cómo es que paulatinamente transitamos de la fase uno a la dos y ya vemos a la vuelta de la esquina la fase tres.
Pero, el coronavirus no se acaba al concluir el periodo de cuarentena.
El levantamiento de las restricciones adoptadas para la contención será paulatino.
De acuerdo con algunos expertos financieros los efectos económicos podrían ser de cinco a diez años.
No es por ser alarmista ni agorero del desastre, pero miles de familias perderán su sustento y otro tanto igual de empresas cerrarán sus puertas.
Es previsible la aparición de nuevas formas de delincuencia y de la elevación de los índices ya conocidos.
Las repercusiones psicológicas van desde la agudización de la soledad y la depresión, hasta el afloramiento de comportamientos salvajes que sólo giran en torno a las necesidades básicas.
El maratón llamado coronavirus apenas está en sus primeros kilómetros, aunque ya se puede ver con claridad que un ultra deportista de élite lo ganó: China.
Tenemos que aprender a administrar en medio de la crisis nuestros recursos económicos, nuestras reservas emocionales, psicológicas y espirituales.
Es tiempo de echar mano de todo lo que sabemos y todo lo que hemos vivido.
De verdad, es cuestión muy seria.
Sólo los más avezados en la adversidad -que no avorazados- son quienes saldrán adelante en lo que se avecina.
Es tiempo de conservar la calma, de ser serenos, de ser prudentes y valientes.
Aprender a vivir en la resistencia, sublimarla para que sea resiliencia y por qué no, forjar una forma de vida estoica.
Saber resistir es la clave.