Por Jesús Manuel Hernández
Una de las principales convocatorias del presidente López Orador ha sido priorizar a los pobres por encima de todo lo demás. Y en ese renglón el asunto de la salud jerárquicamente está arriba.
Así que de “primero los pobres” a “la salud es primero” hay una sintonía, no puede entenderse la una sin la otra.
La sustitución del Seguro Popular, ampliamente identificado con los gobiernos panistas, por el Instituto de Salud para el Bienestar, INSABI, en teoría es un avance en la operación de los sistemas de seguridad médica para todos los mexicanos.
El problema es que el INSABI nació defectuoso, en medio de una serie de lagunas jurídicas que han dificultado su puesta en marcha. Legalmente tiene seis meses para presentar su reglamento de operación, o sea está cojo.
Los ataques contra el INSABI van en aumento, la falta de medicinas, el cobro por las consultas, todo eso le pega a las clases populares, a los pobres, y la oposición no desprecia la invitación para coger la bandera.
Más de 30 amparos se han presentado en cuatro estados, Coahuila, San Luis Potosí, Nuevo León y Tamaulipas, y la cargada panista alienta a los inconformes.
Mientras tanto, la salud sigue siendo una materia pendiente de la 4T, un asunto que quizá caiga en la buena fe del Presidente, pero en la mala o nula experiencia de sus colaboradores.
O por lo menos, así me lo parece.