Por Rodolfo Rivera Pacheco
En las últimas semanas he platicado mucho con empresarios, miembros de gobiernos y dirigentes de organizaciones de la sociedad civil y fundaciones. Líderes sociales, pues, de muchos Estados del país (al menos en el último par de meses a Guanajuato, Durango, Chihuahua, Querétaro, San Luis Potosí, Aguascalientes, Veracruz, Morelos y las que faltan antes de terminar el año) a donde me han hecho favor de invitar para platicar sobre la situación del México actual y su democracia.
Y en todos lados la constante es la preocupación por la economía del país y su futuro político. Y todos concordamos que en 2021 será la prueba definitiva de nuestro sistema político democrático: Caos político-partidista o surgimiento real de la participación ciudadana que aporte soluciones.
Y en los círculos dirigentes y formadores de opinión pública hay dos vertientes muy claras que argumentan tal preocupación.
La primera es muy radical. Muchos dicen que el país está al borde la quiebra. Que López Obrador nos llevará al caos. Que la economía está a punto de colapsar. Que su gobierno es absolutamente ineficiente y que ya hasta el Ejército está de malas y pensando en dar un golpe de Estado ante la incapacidad gubernamental de controlar la inseguridad en el país.
La segunda (a la que yo me adhiero) es que si bien las cosas no van bien en el país, debemos contribuir como ciudadanos a la solución, con participación y promoción de valores democráticos.
Con respecto a todo lo que argumentan los de la primera vertiente yo tengo mi opinión, basada siempre en lo que vamos capturando en los ejercicios de medición de opinión pública que hacemos cotidianamente en Puebla y otros Estados. Intentaré resumir esta visión.
Efectivamente, nuestro país no marcha en Economía como todos quisiéramos. En el primer año de Gobierno de AMLO la economía no creció prácticamente nada (PIB de menos de un punto porcentual) y eso se traduce en poca o nula creación de empleos reales, estancamiento de salarios, poca o nula inversión privada, muy poca obra pública de gobiernos y un largo etcétera.
Sí, es cierto. Pero eso está sucediendo prácticamente en todo el mundo democrático occidental. Aquí no hay crecimiento, pero al menos aún no estamos en recesión (decrecimiento económico), como sí la hay en varios países y se prevé casi generalizada para uno o dos años más en una buena parte del mundo. Es una de las crisis cíclicas del capitalismo y ahora del advenimiento de China como principal eje económico mundial.
Vaya… no es culpa de AMLO lo que está sucediendo en el mundo.
Y si a eso sumamos en México el que muchos empresarios no quieren invertir porque aseguran que AMLO terminará por “llevar al país al comunismo”, pues entonces sí se genera un cocktel explosivo que mucho puede dañar (o seguir dañando) a nuestro país.
Pero… tampoco todo es culpa de los factores externos. Creo honestamente que el gobierno de López Obrador ya debe empezar a realizar obra pública con el presupuesto obtenido de nuestros impuestos y (aunque ya bajo) el que proviene de la industria petrolera. La obra pública mueve las economías estatales y al menos resuelve en el corto plazo las necesidades de la gente en su economía cotidiana.
Millones de familias en México subsisten por 3 grandes “válvulas de escape” que evitan que haya un estallido social: Las remesas de los paisanos en U.S.A. (unos 30,000 millones de dólares este año), la economía informal (las mil formas de subsistencia que generan millones de mexicanos que no pagan impuestos) y desgraciadamente el crimen organizado (que va desde los cárteles de narcotráfico, los cárteles de huachicol, las bandas de criminales en todos los rubros y por supuesto también la industria del lavado de dinero que maneja miles de millones de pesos mensualmente).
Entonces, si no hubiera esas “válvulas”, seguramente ya estaríamos viendo manifestaciones de cientos de miles en las calles, como están ocurriendo hoy mismo en una decena de países de América y el mundo (por las más diversas razones, pero entre las cuales siempre está presente la situación económica).
Sí, la economía nacional está estancada. Y López Obrador no es el culpable, pero ya tiene que hacer algo para empezar a corregirla.
No puede seguir gobernando con declaraciones. Tiene que haber resultados concretos en el bolsillo de los mexicanos. Las debacles electorales de todos los partidos siempre tienen que ver con mala situación económica de los pueblos. No le busquen por otros lados.
Y el otro gran problema que AMLO tampoco ha podido controlar tiene que ver con lo anterior: La brutal inseguridad (una de las válvulas que mencionábamos) que vivimos cotidianamente los mexicanos (y poblanos). Tanto el crimen organizado, como los delincuentes comunes (robos, asaltos de todo tipo con y sin violencia) están desatados.
Y aquí también, ciertamente se puede hacer el mismo comentario: Esto no apareció con López Obrador desde hace un año. No, el fortalecimiento de los cárteles del crimen organizado tiene 10 años o 15 años al menos. Y la proliferación de los delitos comunes también creció como consecuencia de malos gobiernos estatales coludidos con los cárteles y descuidando la inseguridad ciudadana cotidiana (en Puebla el huachicol creció con Moreno Valle y desató la impunidad de los delitos comunes, por ejemplo).
Y otra vez… está bien, la inseguridad no apareció con AMLO. Pero eso no significa que no deba resolverla.
Culpar al pasado de la situación actual es argumento de campaña, pero no puede usarse permanentemente como Gobierno. Máxime si la promesa fundamental en esa campaña fue que todo cambiaría una vez que se ganara. Porque “todo era culpa de la corrupción.”
Es hora de que las estrategias gubernamentales ya funcionen. Es hora de ver resultados. Es hora de que la gente vuelva a tener confianza.
Y volviendo al tema original. Ante todo este panorama… ¿Todo México está en contra de López Obrador?
No. Para malestar de sus opositores y críticos, su base electoral (los que votaron por él) sigue estando firme. Sí, muchos indecisos que terminaron sufragando por él son los que ya están dejando de apoyarlo. Pero aún es mayoría los ciudadanos que lo apoyan. De veras, lo sigo midiendo en las encuestas.
Vi por ahí una gran “crítica” que hacen los antilopezobradoristas haciendo “números”. Pregonan que si el Padrón electoral de México es prácticamente de 90 millones de votantes y los que votaron por AMLO son unos 30 millones… quiere decir que unos 60 millones de mexicanos NO votaron por él. Y que eso demuestra que la clara mayoría NO lo quiere. Y que ya mejor se vaya. Y que le pase lo peor. Y que en la próxima elección le pondrán una paliza…
La cuenta que NO hacen es que esos 30 millones que votaron por AMLO representaron el 53% de los votantes (los que fueron a votar). Y que por Ricardo Anaya votó un 22% (unos 12.6 millones de votos) Y por Meade un 16% (poco más de 9 millones). Y por el Bronco un 5% (casi 3 millones).
Entonces, siguiendo su “razonamiento” (de los anti Peje radicales): Si por Anaya votaron unos 12 millones, quiere decir que 78 millones del padrón NO votaron por él (o bien, si votaron por él 22%, quiere decir que 78% NO votaron por él). Y si por Meade votaron unos 9 millones, quiere decir que 81 millones (del Padrón) NO votaron por él (o bien si votó por él el 16%, quiere decir que 84% NO votó por él). Del Bronco mejor ni hablamos.
Vaya, si al Peje no lo quiere la mayoría de los mexicanos… a los del PAN y PRI (y demás), MUCHO MENOS. Chistosos números.
Y efectivamente, las preferencias por MORENA han bajado en todo el país, sobre todo cuando la gente califica las gestiones de Alcaldes y Gobernadores provenientes de ese partido. Pero aún sigue teniendo preferencias mayoritarias. Aunque eso NO quiere decir que serán eternas.
Falta año y medio para que se verifique el próximo proceso electoral. Lo que hoy sucede en cuanto a preferencias partidistas en las encuestas tiene muy poco o nada que ver con lo que pasará en julio de 2021.
Pasarán demasiadas cosas en este país de aquí a entonces. Buenas, malas o neutrales según sea la perspectiva de cada quien (lopezobradoristas, antilopezobradoristas e indecisos).
Pero créanme. Ni el país está al borde del colapso, ni tampoco es una maravilla de felicidad. Seamos críticos, pero basándonos en cosas reales, no en filias y/o fobias tontitas que en nada contribuyen en estos momentos.