Por Jesús Manuel Hernández
La elección extraordinaria de Puebla parecía tersa, al menos entre las facciones más contrastantes en competencia. El morenovallismo en sus últimas resistencias esperaba un interinato colaboracionista y se topó con un político que ha provocado en poco tiempo un escenario de reconocimiento a todas las fuerzas políticas, ha calmado ánimos y abierto las puertas a la contienda en medio del marco jurídico. No era de esperarse menos de la propuesta de Guillermo Pacheco Pulido, a fin de cuentas, poblano de Puebla, conocedor de los hilos de la madeja y los vasos comunicantes.
Pero la aspereza ha asomado la cabeza al interior de MORENA, sin duda el movimiento, el partido, con mejores pronósticos de triunfo; tiene tanta ventaja sobre los demás que, dicen algunos, no importa quién sea su candidato, de todas formas, ganará.
No es tan fácil, la persona que encabece la candidatura será el mejor mensaje de congruencia de la dirigencia nacional y del mismo Presidente López Obrador de respetar la voluntad del pueblo, como lo dijo cuando ya siendo electo invitó a Luis Miguel Barbosa a la reunión de candidatos ganadores y le refrendó “para nosotros tu eres el triunfador, tu ganaste”, palabras que serían renovadas al momento del fallo del Tribunal Electoral.
Y ciertamente Barbosa tiene mucha aceptación, los suyos, sus pares en la sociedad civil, el pueblo, lo ve como un acto de justicia que sea de nuevo candidato y con ello le da la oportunidad de obtener lo que el fallo y el morenovallismo en su ambición de poder le arrebató en las urnas.
Y ese es un tema que algunos no aceptan, consideran que es inmoral que sea el candidato y entonces proponen a dos caras nuevas en MORENA, con orígenes en el viejo sistema del PRI, Nancy de la Sierra que ha sabido adaptarse muy bien a los nuevos tiempos y Alejandro Armenta Mier quien por cierto fue el último en firmar el pacto de adhesión a MORENA, no lo hizo cuando AMLO estuvo en Puebla donde firmaron Fernando Manzanilla y Emilio Maurer ente otros. Armenta se esperó a la última convocatoria, un asunto que ahora le pesa al interior de la dirigencia del partido donde lo ven como el último que se subió al tren que todos veían triunfador.
La campaña interna ha terminado, las encuestas mostrarán quién de las tres figuras puede ser más competitivo para ganar la elección extraordinaria de Puebla, y eso también ha traído un desgaste. De la Sierra pide transparencia, resultados creíbles, nombres de responsables de la operación; Armenta, se pronuncia por encuestas espejo, por observadores que garanticen verticalidad y no dados cargados. O sea, de entrada, Luis Miguel Barbosa, tiene piedras en el camino de sus propios correligionarios.
¿Qué pasó, qué sucedió, por qué Armenta se voltea contra Barbosa si meses antes le apoyaba y mostraba su respaldo total a su candidatura y posterior triunfo electoral?
Algunos observadores consideran que Armenta no es él mismo, sino producto de las nuevas circunstancias, su puesto en el senado, la trascendencia de su quehacer, le han colocado en un espacio diferente donde esperar seis años para buscar la candidatura representaría perder el tren. Es ahora o nunca. Y por supuesto las voces de los grillos, con proyecto propio y diferente a AMLO, le animan.
Pero no queda todo ahí, MORENA enfrentará ahora a un académico, a un hombre con excelente imagen y mejor posicionamiento que no representa a los panistas, tampoco a los morenovallistas, menos a los perredistas, tampoco a los residuos de Convergencia hoy llamados “Ciudadanos”. Enrique Cárdenas Sánchez representa por mucho a la sociedad poblana, a la que ha rechazado a los partidos políticos, esa que no toleró la continuidad del marinismo y tampoco del morenovallismo.
Pero, hay un gran pero, Cárdenas ha prestado su nombre y su historia de vida a quienes ha rechazado en el pasado. ¿Cómo será su discurso, a qué principios se unirá, como defenderá las atrocidades del fraude electoral y los daños colaterales del morenovallismo?
Quizá no sea el mejor momento para pararse en ese frente donde las cañerías están siendo destapadas, donde el hedor sube y amenaza en convertirse en una plaga de enfermedades. Quizá Enrique Cárdenas, igual que Armenta, debió haber esperado otro escenario.
O por lo menos, así me lo parece.