Por Jesús Manuel Hernández
Quien tenga ojos que vea y quien tenga boca que hable, pareciera ser el mensaje de Ana Tersa Aranda, política formada en la lucha de las minorías y enfrentada siempre con el poder antidemocrático.
En senda entrevista “La doña” muestra sus habilidades y pone en valor la militancia del panismo tradicional por encima del grupismo derivado del penúltimo gobierno local.
Recuerda los tiempos cuando con seis o siete puntos Acción Nacional salía a defender la plaza y lograba éxitos con el apoyo ciudadano, no por el dinero. Entonces se sudaba la camiseta, no se esperaba la línea.
Pero esos tiempos idos sólo están en las mentes del panismo tradicional y no en el copartícipe del cochupo y el fraude electoral.
Y entonces muchos voltean a Ana Tere Aranda como una referencia del deber ser, de lo que debió ser y de lo que debe volver.
Quizá, pensarían otros, ella es la pieza que hace falta para lograr unidad interna y para sepultar definitivamente al morenovallismo.
Los panistas no gobernaron, dice, sólo prestaron la franquicia.
Y vistas las cosas así, el escenario se antoja para reflexionar si no acaso con “La doña” de vuelta, el PAN podría enfrentar a Morena.
O por lo menos, así me lo parece.