Por Jesús Manuel Hernández
Los panoramas para los partidos tradicionales del país, incluido Puebla, enfrentan en el corto plazo una realidad poco agradable, manchada no sólo por la derrota sino por el desprecio de los electores en el último proceso.
Al PRI, al PAN y al PRD, los números no les favorecen, los han dejado en el terreno de marcas que arrastraron a personas que en lo individual hubieran, quizás, podido conseguir mejores resultados.
En el cambio de dirigencia en el PRI es notable la carencia de líderes y el compromiso de sus cuadros en relación a grupos que prácticamente están en extinción. En el PAN sucede lo mismo, una de las mejores opciones para encabezar el cambio en la dirigencia, Miguel Márquez, ha dejado volando la propuesta para suceder a Damián Zepeda, bajo el argumento de tener asuntos familiares que se lo impiden.
René Juárez tiró la toalla y deja el juego abierto para quien quiera encabezar la minoría priista con escasas posibilidades de asumirse como el otrora poderoso partido, con lo cual es fácil adivinar que muchos tricolores buscarán pasar a formar parte de MORENA.
El PRD aún la tiene peor, las tribus han sido rebasadas por la realidad y no será fácil que mantengan una estructura que les permita competir en el corto plazo.
En ese escenario, el sistema político del país necesita de la recomposición de los partidos, pero quizá ya no bajo las mismas siglas, sino con las propuestas de nuevas fuerzas, en el marco de un partido poderoso que llevó a López Obrador y a muchos más al triunfo el pasado 1 de julio.
Pareciera que el “nuevo sistema” es la recuperación del tradicional “viejo sistema”, alejado de las influencias de los tecnócratas neoliberales que llevaron al fracaso a las élites del poder.
Más complejo aún resultará para panistas y priistas poblanos donde se reconoce ya un compromiso con un modelo que fracasó y estuvo envuelto en muchas traiciones disfrazadas y compensaciones para sus principales actores en aras de mantenerse activos en torno al poder de un liderazgo minado desde los pies y con un futuro poco prometedor.
Tal vez el mejor ejemplo del escenario local y las fuerzas que integraron el juego de las elecciones sea el cambio de barco desde hace unos tres meses de Luis Maldonado Venegas, a fin de cuentas, eje de muchas facciones de la política nacional con amarres internacionales y afianzados, según parece, al lado de Esteban Moctezuma con quien le unieron proyectos en el pasado y que pudieran recuperarse pese a la acción de sus detractores.
Maldonado Venegas no es bien visto por la clase política local, pero no puede negarse que su influencia en los escombros puede ayudar a reconstruir un modelo local, cooptando, dando alojamiento, a los excluidos del PRD y del PRI.
La duda es si lo hará al margen del morenovallismo o como parte de una alternativa, de un plan B del mismo grupo. Habrá que esperar.
O por lo menos, así me lo parece.