Por Jesús Manuel Hernández
Todo se veía venir, el triunfo con el sello de un sunami de López Obrador y su movimiento, arrasó en las urnas a tal grado que los candidatos de la oposición y el presidente Peña tuvieron que reconocer la notable ventaja del candidato de Morena aliada con el PT y el PES. La historia toma un rumbo que ha sido definido entre la esperanza de los mexicanos y el miedo que les cobijaba por décadas.
Un López Obrador que se alza con el triunfo y es reconocido inmediatamente por todos los actores de la sociedad mexicana y por los líderes internacionales, no tiene la menor objeción.
En el Congreso tiende a tener mayoría, se lleva al menos 5 de seis gubernaturas y muchas presidencias municipales y diputaciones de las entidades estatales donde hubo elecciones.
Sólo un “negro en el arroz”. La terquedad del morenovallismo en retener una gubernatura, que de hacerse realidad será acotada en términos nunca vistos.
La elección en Puebla estuvo enmarcada en los actos de violencia, corrupción, al viejo estilo priista, ese que los poblanos hemos vividos en otros procesos como el de Ricardo Villa Escalera o de Emilio Maurer.
El robo de las urnas a mano armada, balaceras e incluso muertos, son el marco de la suciedad, de la porquería que ha manchado el proceso poblano.
Una mínima diferencia de votos para el morenovallismo no es congruente con los resultados en otras esferas. Morena gana las senadurías, prácticamente el total de las diputaciones federales y más de la mayoría de las diputaciones locales, además la presidencia municipal de la capital y de otras ciudades importantes de la zona conurbada y del interior de la entidad.
El proceso puede, tiende a judicializarse y el morenovallismo enfrentará una corriente a favor de López Obrador y Morena en el ámbito federal y a una clase política que ha rechazado la continuidad de su grupo y que, de imponer a Martha Érika con la mínima diferencia de votos, estará como el jamón en la torta, en medio de dos grupos en contra, el gobierno federal, y el poder político de Puebla representado por los diputados y presidencias municipales. Un escenario poco confortable para terminar el verano.
O por lo menos, así, me lo parece.