Por Jesús Manuel Hernández
Por fin iniciaron las campañas por el Gobierno de Puebla y en la primera escena se muestran las armas, los argumentos traducidos en balas verbales que quedan en blanco y negro para el análisis.
Un común denominador de los dos principales aspirantes a gobernar la entidad se manifiesta en el arranque de los pronunciamientos, denostar la actividad de Rafael Moreno Valle, relacionar a la candidata oficial con el morenovallismo, un argumento bastante socorrido para levantar el aplauso del respetable.
Algo de morbo se descubre en las tribunas, en gayola incluso se festina que no haya respeto por quien encabeza las encuestas; en el patio de butacas los aplausos se contagian y en las primeras filas se frotan las manos porque lo mejor está por venir.
“La delincuencia tiene nombre y apellido: Rafael Moreno Valle y su esposa Martha Erika Alonso Hidalgo”, acusa Enrique Doger en un primer descontón.
Luis Miguel Barbosa no se quedó atrás, “Si gano acabaré con la Ley Bala, privatización del agua y todos los proyectos de muerte”, dijo. Y mientras el público coreaba “Carlota, Carlota…” en una clara alusión a la esposa de Rafael equiparado a un frustrado emperador, Barbosa anunciaba que no vivirá en Casa Puebla que será convertida en centro de cultura indígena.
Mientras tanto el morenovallismo argumentó en boca de Martha Erika, que si gana acabará con Huachicoleros y feminicidios, un asunto que en seis años su marido no pudo hacer.
En fin, las campañas empezaron, los discursos buscan motivar, habrá que esperar si el respetable cambia el sentido del voto mientras disfruta de la ironía o sumisión de los candidatos.
O por lo menos, así me lo parece.