Por Jesús Manuel Hernández
Si alguna fuerza había logrado levantar Ricardo Anaya para conseguir el voto en Puebla acaba de sufrir un serio revés; la frase pronunciada en el inicio de campaña de la esposa de Rafael Moreno Valle, sobre su “actitud generosa y de buen gobernante” y que la daría un cargo en el gabinete, revela asuntos complicados.
La explicación más simple sería pensar que Anaya y Moreno Valle tienen un buen acuerdo y esa invitación pública sería la muestra de la unidad que han conseguido para conservar el poder en Puebla y recuperar Los Pinos.
La segunda reflexión es más realista, tanto desconfía Ricardo Anaya de Moreno Valle que lo compromete públicamente con ofertarle un cargo para asegurar que la operación en Puebla no haya sido pactada con Peña Nieto.
Pero la apreciación sólo duró unas horas. El sábado se anunció la detención del ex tesorero Juan Melquíades Vergara, detenido por la PGR en Cancún por lavado de más de 50 millones de pesos, entre ellos algunos de Rafael Moreno Valle a través de la empresa Travel Channel, según denunció el empresario Carlos Mimeza. Acto seguido, al ex gobernador de Puebla se le relaciona ya con otro delicado asunto donde el dinero es el denominador común.
Y unas horas más tarde, la revista Proceso revela los negocios de Ricardo Anaya a través de la “Fundación por más Humanismo” donde varias empresas constructoras de Querétaro se prestaron al lavado de dinero.
¿Cómo interpretar estas coincidencias? ¿Acaso Anaya se refirió a Rafael como “generoso” por algunas coincidencias en el lavado?
Si antes Puebla era famosa por el “gober precioso”, ahora ha logrado colocarse en las marquesinas por el “gober bala”, el “gober huachicolero”, el “gober ambicioso” y el “gober” que quiere imponer una monarquía.
Anaya y Moreno Valle parecen haber sido cortados por la misma tijera, tienen coincidencias en su desbordado interés en el poder y en el dinero. O sea, como dicen en Veracruz, “dos cochinos, no se huelen”.
