La relación entre la Iglesia católica poblana y el gobierno del estado pasa por uno de sus mejores momentos en la historia.
No hay duda.
Prueba de esto son una serie de acontecimientos recientes que nos enseñan que, en estos momentos, para el gobierno de Mario Marín se ha vuelto prioritario el mantener las cosas muy tranquilas con los purpurados.
Así lo declaró abiertamente el secretario de Gobernación Mario Montero, al ser cuestionados por compañeros reporteros sobre la misa masiva realizada el pasado 5 de mayo en Libres, y en donde, en medio de la contingencia sanitaria, se reunieron más de seis mil personas, sin la menor medida preventiva o higiénica, a celebrar los 25 años de ordenación del sacerdote del lugar: “No queremos ningún problema con la Iglesia”.
Y es que, mientras los diferentes niveles de gobierno adoptaron medidas muy drásticas con la mayoría de los sectores productivos, “recomendando” y en algunos casos auténticamente obligando a cerrar fábricas, comercios, restaurantes y centros de diversión para evitar contagios masivos, en este caso particular, el encargado de la política interna del estado prefirió hacerse como el Tío Lolo y no sólo no midió con la misma vara, sino que omitió emitir algún comentario sobre el tema que pudiera molestar a las siempre quisquillosas “buenas conciencias”.
¿Y qué me dice de la polémica generada por las recientes modificaciones aprobadas por el congreso local en materia de derechos de la familia?
La eliminación a priori de siquiera discutir la posibilidad de incluir temas polémicos como la legalización del aborto, la ley de sociedades de convivencia o cuestiones relacionadas con la muerte asistida, deben de ser interpretadas como concesiones otorgadas a los sectores más radicales de la derecha poblana, todos ellos brazos políticos y operativos de la iglesia católica.
¿Cómo explicar en este contexto el voto a favor de priistas a postulados que contravienen no sólo a la Constitución política del país, sino a los postulados ideológicos básicos del ahora ultra conservador Partido Revolucionario Institucional?
Como ingrediente adicional, hay que señalar que el gobierno del estado y muy particularmente la secretaría de Gobernación, se convirtió en el principal organizador y operador de la multitudinaria fiesta de bienvenida que la comunidad católica poblana le organizó al nuevo arzobispo, Víctor Sánchez Espinosa, en el estadio Cuauhtémoc.
El inmueble fue otorgado para la celebración sin costo alguno, lo que no ha sucedido con otras Iglesias que en ocasiones anteriores han tenido que desembolsar fuertes sumas de dinero para poder organizar sus eventos ahí.
Además, desde lo más alto del poder político local salió la línea oficial- esa que no se analiza ni se discute- de que al evento tenía que asistir la plana mayor de las autoridades civiles locales, incluyendo a los representantes del poder legislativo y judicial; con la orden adicional de movilizar a burócratas y seccionales priistas en caso de que la respuesta el día del evento no hubiera sido lo suficientemente buena como para llenar, por lo menos, tres cuartas partes del aforo del estadio, además de la cancha.
Ahora bien ¿por qué está obsesión de mantener, a como dé lugar, una buena relación con el clero católico?
Muy simple, en este México de hoy las sotanas han vuelto a ser un factor de poder que no puede ser despreciado en tiempos electorales.
Ya nos mostraron que el púlpito será en lugar en donde se hace proselitismo abierto, descarado, a favor del PAN y que, Desde la Fé, su soporífero semanario, se ha convertido en el órgano oficial de propaganda a favor de la oferta electoral de Acción Nacional.
La disposición viene de arriba, de muy arriba, desde el gobierno federal en donde se han enquistado personajes que intentan a toda costa convertir asuntos de moral privada en leyes de observación pública y obligatoria para todos y que tienen fuertes ligas con los altos jerarcas eclesiásticos.
En Puebla, se busca tender puentes de entendimiento y acuerdos para que esa intromisión en la política partidista sea menor y no le complique el panorama electoral al partido en el gobierno, urgido de un buen resultado en el proceso federal del 5 de julio, aunque las contradicciones y los ridículos sean mayúsculos.
Todo sea por aquella utopía del carro completo.
¿Les cumplirán?
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