Por Jesús Manuel Hernández
La aparición de Enrique Cárdenas Sánchez en la escena pública sin duda marca el inicio de la sucesión por Casa Puebla. Su presencia en MORENA se apetece como un cambio de pichada donde la sociedad civil tiene cabida y lanza a un personaje que muchos partidos hubieran querido fichar.
Cárdenas ha sido constante en su discurso del lado de la transparencia, ha puesto énfasis en denunciar los malos manejos económicos del gobierno de Moreno Valle, y encabezado una corriente de opinión con amplia aceptación entre muchos mexicanos. Varias veces le han insistido en el tema de lanzarse a la política, siempre ha dejado de lado las ofertas y se ha pronunciado por marcar primero la agenda para Puebla, y en eso ha estado trabajando hace varios meses.
López Obrador recibió hace tiempo una lista de personas que pudieran enarbolar a su partido para la candidatura en Puebla, varios académicos fueron incluídos, pero ninguno con la consistencia y activos que representa Enrique Cárdenas a quien personalmente invitó y quien sabe que no es el único, hay otro, de quien no se dice nada.
Por lo pronto, Gabriel Hinojosa, ex panista y ex presidente municipal de Puebla ya organiza para estos días un desayuno con Cárdenas, hay lista de espera para los asistentes, pues todos quieren llevar gente y quizá hasta se cambie de local para dar cabida a todos.
A partir de su aparición bajo las siglas de Morena, es que los demás partidos asumen posiciones y aparecen algunas definiciones. En el PAN por ejemplo ante la caída de Rafael Moreno Valle y el destape de sus relaciones peligrosas, su esposa, Martha Erika Alonso alza la mano y se mete en la puja públicamente y anuncia que renunciará al cargo partidista; quizá desconozca la realidad de Puebla, las voces ocultas, los negativos que ha venido sembrando Rafael y que, por desgracia, para ella, tendrá que cargar en los siguientes meses. El castillo se tambalea.
Otro que asoma la cabeza y pretende ganar por una nariz es el senador con licencia Javier Lozano Alarcón, un político emanado del PRI, del zedillismo, convertido al calderonismo y pieza importante en el juego de Moreno Valle quien ha intentado inútilmente sembrarlo en Puebla.
A Lozano lo cabildearon entre los grupos de poder de la ciudad de Puebla en el momento en que se decidió que Antonio Gali fuera en busca de Casa Puebla. Lozano se movió, usó los medios a su servicio, pero por fortuna no recibió el apoyo final, su estilo no es bien aceptado, los poblanos consultados se quejaron de la agresividad de su lenguaje. En cambio, a Luis Banck lo introdujo el propio Gali con todos los sectores, y para asombro de Lozano, los poblanos prefirieron a Banck, un hombre ordenado, estructurado y cuidadoso del lenguaje
Con el cambio de mandos a Lozano lo acomodó Rafael en el gabinete de Gali, quien no siempre se mostró favorable a emplearlo en algún puesto, así que lo de “vocero”, se lo inventaron y las consecuencias han sido notables. Su salida ha tenido muchas explicaciones, justificaciones diría el clásico, para no agitar mucho las aguas, lo cierto es que el anuncio de que regresa al senado sólo lo lamentó Patricia Leal, su suplente. Sobre quién será el sucesor de la “vocería” de Casa Puebla, es lo de menos.
Y en el PRI cada día se siente como lo más natural que sea Enrique Dóger el candidato, otro académico, ex rector, quien viene reuniéndose con muchos grupos sociales con cierta ventaja para sus competidores internos.
De ser así, el discurso de la campaña del 2018 entre PRI y Morena, será por lo menos entre pares.
O por lo menos, así me lo parece.
