Por Valentín Varillas
Ríos de tinta han corrido anticipando la posibilidad de que en la elección del Estado de México, el presidente haya pactado con otras fuerzas políticas en caso de que la candidatura de Alfredo del Mazo no le garantice un triunfo al grupo Atlacomulco.
Sin embargo, en los últimos días hemos visto señales que apuntan a que la élite en el poder está echando el resto en aras de que no se pierda el terruño de Peña y sus secuaces.
Sí, el “aparato” da muestras hoy de estar operando ya con todo a favor del priismo mexiquense y de que no va a escatimar esfuerzos para ganar a como dé lugar.
Secretarios del gobierno federal, que controlan los programas de mayor alcance social, como Luis Miranda o Rosario Robles, se han subido ya al ring electoral.
Obsesivas visitas a territorio peñista para comprar conciencias, a través de ferias de “apoyos” que en realidad son eventos proselitistas, la entrega masiva de despensas de Diconsa y tarjetas bancarias con saldos superiores a los 2 mil 500 pesos, cada una.
La misma estrategia con la que el PRI regresó a Los Pinos, se está aplicando ahora, al pie de la letra y sin importar las consecuencias en materia de credibilidad e imagen.
No es casual tampoco que las instituciones del Estado Mexicano estén ya siendo utilizadas para el mismo fin.
El periódico El Universal dio a conocer ayer que el padre de Josefina Vázquez Mota, la candidata panista y seis de sus hermanos, son investigados por la Procuraduría General de la República por supuestas operaciones de lavado de dinero.
Empresas bajo la lupa de la Secretaría de Hacienda por este tipo de actividades ilícitas, habrían hecho depósitos bancarios a la panista y sus familiares por más de 17 millones de pesos.
La investigación, al parecer congelada desde el 2015, resucitó de pronto como aquel Lázaro bíblico, con mayor fuerza que antes y con la cobertura mediática nacional necesaria para afectar el prestigio de quien, según las encuestas, tiene todo para pelearle al PRI la gubernatura.
La candidata de MORENA, Delfina Gómez, tampoco se salva del escarnio.
Recientemente han vuelto a publicarse –con una mayor intensidad- las historias que lo ligan con Higinio Martínez, el llamado “cacique de Texcoco” quien en su paso por la presidencia municipal de este lugar, avalado por la coalición PRD-PT, habría aprovechado el cargo para enriquecerse.
Hoy, Martinez es parte de MORENA y se cuenta entre los principales apoyos políticos con los que cuenta Delfina.
Mientras fungió como edil, Higinio compró dos mansiones, dos ranchos, una colina de cientos de hectáreas y hasta un parque de diversiones llamado Pipilpark.
Cuentan que cuando la hoy candidata de la izquierda fue alcaldesa de Texcoco, le pagó favores políticos a Martínez, dándole puestos importantes en su administración a sus familiares.
Varios medios mexiquenses han manejado que al gobierno de Delfina se integraron su nuera, Elizabeth Terrazas Ramírez al frente al DIF municipal; su prima hermana, Mónica Quintero encabezó la Dirección de Agua Potable, Drenaje y Alcantarillado; el esposo de su prima, Manuel Hernández fue director de Regulación Comercial y sus hermanos Roberto y Adrián fueron nombrados como subdirector de Seguridad Pública y subdirector de Desarrollo Urbano.
Nada más.
Tanto el enriquecimiento ilícito, como el nepotismo en el ejercicio de la función pública, han sido cuestionados severamente en el discurso de López Obrador y en teoría no van de acuerdo con la filosofía de su partido.
El que se supone hace las cosas diferente.
Si el presidente Peña y su grupo ganan el terruño, muchas cosas van a cambiar en términos de los amarres y acuerdos con otras fuerzas políticas.
Si el triunfo se amarra, volverá la confianza en que la estructura oficial, con sus miles de millones y su omnipresencia nacional, alcanzarían tal vez para amarrar otro sexenio en Los Pinos.
Con todo y el posicionamiento en las encuestas.
Con todo y el monumental desprestigio.
O tal vez se trate de un último esfuerzo para eternizarse en su estado, no perder la caja chica y prepararse para entregar el poder a quien les garantice impunidad.
Cualquiera de las dos visiones, de no conseguirse el objetivo, puede traerles consecuencias demoledoras para su supervivencia política en el corto plazo.
La apuesta parece arriesgada pero tal vez ya no les quede de otra.
Peña se juega ya su resto.