Por Jesús Manuel Hernández
Para nadie es un secreto que Diódoro Carrasco apostó por la continuidad en el cargo con el nuevo gobierno, tampoco que el operador más eficiente y reputado del morenovallismo, Eukid Castañón, dio muestras de una ligera separación del grupo antes de finalizar el sexenio. Su presencia en las elecciones e inicio de nueva administración en Quintana Roo dejaron las puertas abiertas.
Antonio Gali enfrentó una de las decisiones más delicadas al ratificar a Diódoro Carrasco en la Secretaría General; algunos atribuyen la fuerza del oaxaqueño a su vieja amistad con Melquíades Morales quien lo trajo a Puebla durante su administración para hacerse cargo de los llamados “libros blancos”, otros la consideran una imposición del gobernador que se fue.
El cargo fue disputado por Javier Lozano Alarcón, pero entre la burbuja de Gali se sintió peligro y por ello se optó mejor por la ratificación y darle al senador una salida decorosa con la multitud de cargos que le abren los foros nacionales mismos que sus enemigos aprovechan, como es el caso de JJ Espinosa.
El caso es que la aparición de Eukid Castañón en su calidad de diputado en una reunión con el gobernador Gali y su esposa le ha merecido comentarios privados y públicos sobre su retorno a la mesa de operaciones en Puebla, un asunto que debe preocupar al bloque oaxaqueño que había intentado desde antes de reasumir el cargo configurar un equipo para proyectar a su jefe, Diódoro, por supuesto.
Dicen que las designaciones de subsecretarios le fueron incómodas a la burbuja de Gali y que Diódoro ha intentado quedarse con todos los hilos de la madeja del gobierno interno y lo que significan los aparatos de la llamada inteligencia.
Sea como haya sido, tan sólo la aparición de Castañón ha servido para volver vulnerable la figura de Diódoro, un asunto que al interior del gobierno debe encender las alarmas, pues apenas llevan cinco semanas y sigue oliendo al pasado.
O por lo menos así me lo parece.