La evolución y comportamiento del Sistema Político Mexicano después del año 2000 merece un análisis sereno…
Mientras la izquierda real (el PRI) y la presunta izquierda (sus protectorados y colonias) no acaben de asumir que México ya no es como era cuando se daban las guerras de religión, ni cuando la gente no conocía nada fuera de su pueblito y su comarca, seguirá insistiendo en posturas que en el mundo, la izquierda de vanguardia y exitosa ha desechado ya, incluso en los países que hoy se dicen comunistas como China y Cuba…
La lucha de clases está superada como también lo están el estatismo y el capitalismo salvajes, habiendo ya un amplio consenso en que la riqueza se genera con mayor eficiencia mediante el mercado y se distribuye más equitativamente desde el Estado. Cuando el sistema político reconoce y da su justa dimensión a cada uno, es decir, cuando se reconoce que izquierda y derecha no deben excluirse sino complementarse, se detona la prosperidad…
La democracia es admitida como la mejor forma conocida para el funcionamiento del Estado y de la vida colectiva, aunque no está siendo fácil encontrar fórmulas de gobernabilidad adecuadas a países tan complejos como China, India y muchos más, ni existen recetas que induzcan transiciones tan exitosas como la española…
La izquierda mexicana (el PRI y sus protectorados y colonias) sigue blandiendo leyes fundadas en dogmas superados, que han sido lesivas al país, mientras la derecha temerosa no se atreve a proponer lo que sabe conveniente y cede ante las proclamas nada razonables de quienes han sido derrotados en las urnas y se han revolcado en cochineros y tropelías por lo que ya ofrecieron públicas disculpas.
La alternancia en la presidencia de la República era indispensable pero es insuficiente. El marco jurídico-político (la teología política) que induce el modus operandi en vigor, no ha permitido ni permitirá el cambio demandado por la sociedad mexicana. No se debe aplicar la ley porque es la ley aunque vaya en contra de los intereses nacionales, para ello existe un Poder Legislativo que atendiendo a las necesidades emita nuevas leyes que fomenten el desarrollo nacional y que derogue tantas que sólo estorban a la buena marcha del país…
Así, la teología política se convierte en un discurso sobre la autoridad y en consecuencia, en un discurso sobre lo imperativo
Jesús Silva Herzog Márquez
Partir de mitos y obstinarnos en ellos (una teología política) ha limitado nuestras oportunidades y nos ha empobrecido. Quienes los proclaman han adoptado posturas tan fundamentalistas como las de los más recalcitrantes fanáticos religiosos que en leyendas fincan sus supersticiones, que como todo fetichismo nubla el entendimiento y exacerba el ánimo hasta provocar pogromos y otras barbaries. Muchas de ellas aparecieron recientemente en Oaxaca y en el mismo Congreso de la Unión…
Del mismo modo que la izquierda mexicana promulgó en 1860 las entonces abstrusas leyes de reforma (La que declaró el matrimonio como contrato civil; la del registro civil, por la que la constancia del estado civil de las personas quedó a cargo de funcionarios públicos; la que secularizó los cementerios; la que suprimió casi todas las festividades religiosas; la que estableció la libertad de cultos y la que decretó la confiscación de los bienes de la iglesia) que dieron pauta a un profundo cambio en el statu quo vigente desde la conquista (1521) y que había trascendido a la independencia, así ahora, debemos reconocer que muchos de los dogmas y principios sostenidos por los regímenes revolucionarios carecen de vigencia y pertinencia…
Ya se ha ido develando que en nuestra historia ni los “buenos” tenían tanta razón, ni los “malos” estaban tan equivocados, de manera que no es inteligente desechar con base a una historia oficial deformada por un régimen corrupto, lo que hacen los países exitosos, porque aquí siempre se ha dicho que va contra la ley y que atenta contra la soberanía nacional. Cambiar las leyes que obstaculizan el desarrollo es tarea primordial del Congreso de la Unión y de los partidos políticos…
La derecha ya ha aceptado desde hace mucho que las leyes de reforma no eran malas en si mismas -tal vez las formas en que se decretaron y aplicaron no fueron las más prudentes- y hoy el mismo Vaticano reconoce la pertinencia del Estado laico frente a la pretensión del Estado confesional. La Iglesia Católica vive en muchos países -México entre ellos- cómodamente y en plena libertad, separada del Estado, mientras algunos Estados confesionales -islámicos principalmente- siguen ejerciendo aberrantes costumbres opuestas a los más elementales derechos humanos… de las mujeres muy señaladamente…
“en la sociedad laica tienen acogida las creencias religiosas en cuanto derecho de quienes las asumen, pero no como deber que pueda imponerse a nadie. De modo que es necesaria una disposición secularizada y tolerante de la religión, incompatible con la visión integrista que tiende a convertir los dogmas propios en obligaciones sociales para otros o para todos. LO MISMO RESULTA VÁLIDO PARA LAS DEMÁS FORMAS DE CULTURA COMUNITARIA, AUNQUE NO SEAN ESTRICTAMENTE RELIGIOSAS”.
Fernando Sabater
Al paso de la historia, la humanidad va asumiendo como un principio indisociable de la democracia, al laicismo que no pretende reprimir a ninguna religión, como lo ha intentado la izquierda mexicana, al tiempo que en la derecha hay quienes aún pretenden el establecimiento de un Estado confesional.
Ambas manifestaciones de arcaísmo integrista son el fondo de los desacuerdos en el Sistema Político Mexicano que sigue siendo manejado en base a una teología política de conceptos caducos y por tanto es incapaz de propuestas innovadoras que nos permitan incursionar con éxito en el futuro…
Atados a un pasado de confrontaciones estériles fincadas en principios –teologías políticas de izquierda y de derecha- que han sido superados, y que como buenos puritanos jamás observaron con la enjundia con la que los blandían, lo que sigue amalgamando -precariamente- al sistema, no es el pensamiento sino la praxis, que ya hemos visto que tiene como pilares fundamentales al autoritarismo y la corrupción de los que surge la impunidad que incita a la delincuencia que hoy asola al país…
La teología política -de izquierda y de derecha- y los integrismos resultantes -en ello si aplica la tolerancia cero, es decir la INTOLERANCIA- exigen absoluta pureza en todo -como buenos puritanos que lo exigen a los otros pero no a sí mismos- y con base en ello es que promulgan absurdas leyes electorales imposibles de cumplir, para que nadie mas que ellos -que serán quienes juzguen la “legalidad” de todo- pueda transgredirlas impunemente. Todo el que no es parte del sistema, no tiene oportunidad de competir…
Ni izquierda ni derecha han renunciado a hacerse de todo el poder e imponer a México su teología política o lo que según ellos debe de ser y para eso se valen de todo tipo de manipulaciones de la ley y de las instituciones públicas mediante el control de una mediocre clase política que históricamente ha estado sometida a un poder hegemónico -antes el presidente, hoy los dueños de los partidos- cuyos magros resultados están sometiendo al fatigado sistema a esfuerzos que ya provocan fallas en algunos de sus componentes que pueden llevarle a la desestabilización e incluso al colapso…
