Por Jesús Manuel Hernández
La manera de hacer política en México viene cambiando desde hace algún tiempo, algunos de sus protagonistas, López Obrador entre ellos, empiezan a recibir los beneficios, otros, no acaban de entender que la tendencia mundial es hacer campaña contra los establecido, anti establishment. Ejemplos cercanos fueron la votación por el referéndum del Brexit y el triunfo de Donald Trump en Estados Unidos.
En México el caso de “El Bronco” en Nuevo León fue la punta del iceberg que permitió observar la opción valedera de votar a alguien que no forma parte del sistema en el poder.
En Chihuahua, Javier Corral, fue el protagonista de ir contra los sistemas priista y panista y ganó no sólo la candidatura, también la elección de gobernador.
Los últimos resultados de la encuesta del diario Reforma, aparecida este domingo 4 de diciembre, refuerzan esta tendencia, es aceptado quien va contra lo establecido; el elector está cansado de más de lo mismo, la diferencia no la hacen las siglas, se trata de las personas, de los modelos, de las personalidades, del discurso que ponga a los malosos contra la pared y se enarbole la bandera de la sociedad civil la que no hace política, la que no forma parte de las estructuras, la que viene alimentando con su esfuerzo y trabajo cotidianos la maquinaria del sistema.
Y en ese escenario el gobernador de Puebla ni aparece, ni se parece, ni quiere ser el protagonista de un movimiento antisistema, por el contrario, se ha convertido en el paladín de la defensa del sistema, él es el sistema.
Ataca a Ricardo Anaya y eso le resta preferencias al interior del partido, tal cual lo establece Reforma en su sondeo, apenas el 8 por ciento de los militantes lo acepta, y el 9 de los ciudadanos; los números no le dan, el pueblo no lo apoya, porque significa más de lo mismo, corregido, aumentado y perfeccionado.
Rafael ataca a Ricardo Anaya, pero defiende a Peña Nieto, y con ello cava su tumba en el escenario del 2018. Lo sabe, lo percibe, los números no le mienten y por eso brinca del barco que se hunde a la tablita de salvación que significa un gobierno de coalición, dónde ganan quien más dinero y manos tiene metidas en los otros partidos, con lo cual el morenovallismo se refugiará en una democracia más representativa del sistema y la oligarquía, que afín a la tendencia de una democracia participativa.
O por lo menos así me lo parece.