Por: Juan Manuel Mecinas
La crisis de Volkswagen es un asunto prioritario para el gobierno de Puebla y su sociedad.
No se trata de cualquier empresa.
Se trata de la empresa más importante en Puebla y su crisis es crisis económica en la entidad.
Es una empresa que a nadie conviene que caiga, pero tampoco interesa caer con ella. Su desgracia no puede convertirse en desgracia del gobierno y de una sociedad que en buena medida se ve beneficiada por su presencia, pero que no puede ni debe depender de ella.
Así, una vez abierta la caja de pandora, lo importante es la reacción de los distintos actores involucrados e interesados ante una crisis que no es un problema local, sino un problema de dimensiones globales con efectos siniestros en Puebla.
En ese entendido, la reacción del gobierno de Puebla fue corta de miras.
Ofrecer comprar 200 coches a la empresa para ayudarles en su crisis es creer que un cáncer se combate con aspirinas.
Además, es un pésimo mensaje para empresas y ciudadanos que cumplieron con las normas ambientales en la verificación de sus automóviles. ¿Por qué premiar a quien te engañó?
El gobierno del Estado tendría que estar ocupado por conocer cuáles coches recorren el Estado y contaminan treinta veces más que sus pares de otras marcas, ya que contienen un software fraudulento que la empresa instaló con toda premeditación y que es causa del escándalo global en el que está inmersa. Una vez identificados, tendría que convenir con la armadora cómo evitar que sigan contaminando.
Además, el gobierno tendría que estar preocupado por ofrecer condiciones para mantener las inversiones previstas por la armadora alemana, sin la parafernalia de los grandes comunicados, pero sí para dar certeza a los trabajadores de Volkswagen de que un gobierno que apoya a la empresa en sus inversiones en la entidad, también la apoya para que miles de poblanos –y ese es el verdadero drama- mantengan su trabajo.
Pero comprar 200 coches no es una respuesta correcta ante el drama que se vive en la armadora alemana. Esa reacción muestra la falta de entendimiento del problema, que es sobre todo una cuestión de confianza.
A nivel social habría que distinguir entre Alemania, alemanes y la Volkswagen. La empresa no puede ser y no es un espejo de los alemanes.
Alemania y los alemanes son mucho más que grupo de empresarios pillos que deciden instalar un software para defraudar al consumidor y ganar millones de euros.
El símil mexicano sirve para reflexionar sobre las odiosas generalizaciones: no todos los mexicanos somos El Chapo Guzmán ni todos los mexicanos son Carlos Slim.
La empresa alemana erró en su estrategia y debe pagar las consecuencias.
Pero la Volkswagen no es Alemania y menos aún se le puede equiparar con los alemanes.
La sociedad, a su vez, tendría que estar preocupada por la crisis de Volkswagen de manera genuina.
Las crisis, a su vez, son oportunidades, por lo que habría que reflexionar sobre qué se ha hecho bien/mal en el Estado para permitir que una buena parte de la economía dependa de una armadora que puede cometer errores y provocar tragedias como las que se avecinan en el horizonte automotriz poblano. Es un buen momento para mirar a otros sectores distintos al automotriz y diversificar la economía de la entidad; esa sería la mejor respuesta ante una crisis tan devastadora.
Además, habría que analizar por qué no hay movimientos y grupos mexicanos y poblanos que exijan a la empresa una explicación y el resarcimiento de daños. Las burlas, los comentarios jocosos y las opiniones críticas no bastan.
Falta que los consumidores exijan sus derechos. Y también la sociedad en su conjunto. Muchos coches de la marca alemana han circulado por nuestras calles contaminando más de lo legalmente permitido y eso impacta e importa a todos.
Por eso, todos tenemos derecho a opinar y reprocharles su fraude; exigirles lo que nos deben a todos –y en especial a sus consumidores y a sus trabajadores-: una disculpa y el pago de los daños.
De la empresa, la sociedad y sus trabajadores esperan y merecen un trato digno.
Del gobierno, una reacción menos ranchera y más estratégica.
Pero los derechos se ejercen y, como tal, a la sociedad mexicana y poblana les toca un papel que se están negando a jugar: exigir su respeto, no importando que sea Volkswagen la responsable o, precisamente, porque se trata de la empresa más importante en Puebla.