Por: Valentín Varillas
En la reciente campaña para elegir la nuevo dirigente nacional del PAN, el grupo que apoyaba las aspiraciones de Javier Corral en Puebla enarboló como estrategia de posicionamiento y obtención de votos la bandera del dogmatismo ideológico y la congruencia doctrinal del partido.
Se erigieron como émulos de la congruencia, como los “auténticos panistas” y fustigaron a sus contrincantes por pertenecer a un grupo externo que, en su lógica de actuar, practicaba el más absoluto pragmatismo.
“Neo-panistas”- les llamaron, como etiqueta mediática para diferenciar los alcances y metas de los dos distintos proyectos.
Algunos de ellos, en la más absoluta desmemoria, olvidan que hace décadas ellos mismos fueron etiquetados de esta manera.
Personajes como Francisco Fraile, Ana Teresa Aranda, Jorge Ocejo Moreno, Luis Paredes Moctezuma y más adelante Juan Carlos Espina o Miguel Mantilla, representaban aquel neo-panismo que fue desplazando del control del blanquiazul a figuras como Alejandro Cañedo Benítez, Luis Hinojosa, Pedro De la Torre o Don Luis Hinojosa, padre de quien fuera el primer alcalde de Puebla emanado de ese partido.
Al igual que ahora se sienten desplazados y aplastados, ellos desplazaron y aplastaron sin piedad en aras de convertirse en los amos del PAN.
Recurrieron a las mismas artimañas: fraudes, utilización de grupos de choque, alteraciones del padrón de militantes y expulsión de miembros del partido.
Para ellos, en ese momento, el fin justificaba los medios.
Los victimarios de ayer pretender ser las víctimas de hoy.
Humberto Sotelo, en una columna publicada por el portal Poblanerías el 5 de marzo del 2014 cuenta cómo se dio este proceso de renovación impositiva de liderazgos en lo institucional y cómo afectó la vida interna de Acción Nacional.
Según Sotelo: “Un factor fundamental que contribuyó a esto fue la llegada en 1987 de Luis H. Álvarez a la dirección nacional del PAN, quien no tardó en poner en marcha una campaña de hostigamiento contra los panistas tradicionales, principalmente contra los de Puebla. Así, en el Consejo Nacional de 1989, sacó adelante la propuesta de suspender de sus derechos partidarios a los tres diputados federales de Puebla, esto es, Jesús Bravo Cid de León, Juan José Medrano y Rosalía Ramírez, por el “delito” de oponerse a las maniobras del neopanismo en su entidad. La misma medida se aplicó a los dos diputados locales del PAN en Puebla, esto es, Teodoro Ortega y Gabrino B. Delgado”.
Más adelante, cuenta Sotelo que en 1992, en una Asamblea Estatal realizada en Puebla, los panistas hostigados se hacen de importantes posiciones al obtener 40 delegados y los derrotados negocian posiciones, pero al final, recurren a la traición apoyados por el CEN blanquiazul:
“Frente a tan apabullante derrota los neopanistas -encabezados por Francisco Fraile, Teresa Aranda, Jorge Ocejo Moreno y Antonio Lezama—recurrieron entonces a un ingenioso ardid. Aparentando humildad, decidieron entablar negociaciones con el grupo liderado por Teodoro Ortega, con el fin de buscar un arreglo político. Este aceptó, sin reparar en la trampa. Se firmó un “compromiso de honor”, mediante el cual la presidencia y la secretaría del partido serían asumidas por una y otra corriente, comprometiéndose a respetar de manera absoluta los principios y estatutos del partido. La propuesta satisfizo a todo mundo, empero, a la semana siguiente, se sometió el acuerdo a la consideración del Consejo Nacional del PAN, y, para desconcierto –e indignación—de los panistas tradicionales, Luis H. Álvarez vetó a Teodoro Ortega y a otro de los consejeros de su corriente, maniobra que obviamente perseguía el objetivo de que los neopanistas quedaran en mayoría en el Consejo. Al mismo tiempo, el CEN decidió imponer una vez más a Francisco Fraile como presidente del partido en Puebla”.
¿Cómo ve?
Parece que el que las hizo ayer, no las consiente hoy.
Sí, en la política pareciera que la historia es circular, que se repite y que únicamente varía la posición y el papel de los protagonistas.
Sirva esta historia para comprender aquella máxima de que “las reses de hoy serán los carniceros del mañana”.
Y viceversa.