A la fecha, no hay un informe del grado de infiltración del crimen organizado en las instituciones encargadas de la seguridad pública y el discurso oficial insiste en que se trata de hechos aislados. La misma cantaleta vieja y desgastada.
2. Un amigo cercano de la familia de González Zarur, y funcionario federal, celebró su boda en el patio del instituto de cultura del Estado. En otras palabras, el Estado reducido a negocio familiar y al servicio del círculo cercano al gobernador. La renta (por así decirlo) de espacios históricos es una práctica propia de una época en la que el Estado se gobernaba con saliva y pulque (Tulio diixt), y cuya permanencia bien vale la pena cuestionar. El gobierno estatal, al igual que las administraciones anteriores, no tiene claro dónde termina la esfera pública y dónde inicia la privada.
3. El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación ordenó al Congreso del Estado de Tlaxcala iniciar un procedimiento sancionatorio contra Mariano González Zarur por haber difundido de manera ilegal su “informe ciudadano” en enero de 2015, periodo en el que la constitución prohíbe ese tipo de acciones. Causa irritación que el gobernador infrinja la ley de manera burda y la respuesta del Congreso es aún más indignante: por ahora no puede sancionar a González Zarur porque “tiene fuero” (sic). El Estado retratado entre quien no respeta la norma y quien lo permite por ignorancia y/o conveniencia.
Se trata de tres estampas que están lejos mostrar un gobierno democrático y cercano a la ciudadanía: la inseguridad estatal fomentada desde el mismo gobierno (el caso de Orlando May Zaragoza hace recordar al de Gutiérrez Rebollo como zar antidrogas en los años noventa), el grupo cercano al gobernador usando el gobierno y el Estado (la boda, donde hasta golpes hubo, es punta de un iceberg) y el gobernador por encima de la ley, maniatando al Legislativo y Judicial (Varguitas reloaded). Parece un déjà vu, pero bien podría ser solo insomnio: lo que creíamos que se había ido, aún está ahí.
II
González Zarur se convirtió en lo que tanto criticó. El gobernador ha desarrollado las prácticas que denunciaba y a ello se suma el hecho de que nunca hizo un intento serio de ajustar cuentas (en términos legales) con la administración orticista. En este último sentido, la inhabilitación del Ortiz Ortiz para ocupar cargo alguno en la administración pública local es una burla y no un procedimiento de rendición de cuentas. Hay tres razones, a saber: Héctor Ortiz ya ocupó el puesto más alto de la administración estatal (fue gobernador de 2005-2011); nadie imagina a Ortiz pidiendo un lugar en la administración de González Zarur o en la de siguientes gobernadores; y no es una práctica común que los ex-gobernadores vuelvan a la administración pública local.
Su inhabilitación fue una puesta en escena y no una sanción.
No obstante las simulaciones, el enfrentamiento entre Héctor y González Zarur ha tenido un efecto devastador en la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Los números no mienten: durante los últimos dos años, el presupuesto estatal destinado a la institución de educación superior más importante del Estado solo aumentó 2.1 millones de pesos. Además, la política de Mariano hacia la Universidad es de desdén y aislamiento, al negarle interlocución y despreciarla como generadora de ciencia y crítica. Un botón sirve de muestra: en el discurso con motivo del cuarto informe de gobierno, Mariano González Zarur no mencionó a la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Al más puro estilo salinista, no los ve ni los oye.
Nadie niega que existen grupos que controlan la Universidad y que la dirigen conforme a sus intereses. A ellos habría reducirlos a su mínima expresión en la universidad, lo que solo se logra con una institución a la que se le den recursos suficientes y se le exija calidad. El debilitamiento de la Universidad como institución no favorece a nadie.
La falta de diálogo de Mariano con la comunidad universitaria es un penoso legado y la peor de sus omisiones. Se entiende su animadversión política hacia Ortiz Ortiz y su grupo –muchos de ellos impresentables desde siempre–, pero no hay justificación del desprecio de Mariano hacia el espacio de crítica y cultura más importante del Estado. Se podrá argumentar que es un contrasentido entregar más recursos a una universidad con tan malos resultados (por ejemplo, solo 2 programas de doctorado que en ella se ofrecen son reconocidos como posgrados de calidad y solo 5 maestrías alcanzan ese reconocimiento). Pero, precisamente, esa es una razón para inyectar más recursos a una universidad pública que atiende una docena de miles de estudiantes, pero que tendría que atender el doble o el triple de ellos. Otras Universidades tienen igual número de alumnos que la UAT y mejores resultados (Colima o Yucatán, por ejemplo), pero reciben de sus gobiernos estatales tres veces más recursos que lo recibido por la UAT del Gobierno de Tlaxcala.
Los malos resultados de la UAT no mejorarán sin recursos suficientes y si persiste una actitud de desdén desde el Palacio. De nada sirve tratar de debilitar a una institución que necesita apertura, que no exclusión.
III
El debilitamiento de las instituciones sociales y políticas en el Estado se refleja en la sucesión de González Zarur.
Mariano se formó en política cuando el diálogo no era la fuente principal de acuerdos y por eso tratará de imponer un candidato en el último momento de la sucesión. Piensa jugar al tapado en pleno siglo XXI. El gobernador pasa por alto que su PRI tiene un triple problema: estructura, personajes y discurso (por eso, algunos sostienen que mira a Adolfo Escobar como proyecto).
El tricolor tlaxcalteca se parece mucho al gobernador del Estado: gana por inercia y pierde por desastre. El autoritarismo de su líder conlleva una deserción importante, que ha permeado al partidazo durante los últimos 17 años. Mariano domina el partido desde que Sánchez Anaya era gobernador y por eso no existe una estrategia a largo plazo en el PRI tlaxcalteca: su líder no tiene largo plazo. Para Mariano, la política tlaxcalteca se acabará en 2016 y solo entonces comenzará un episodio de reestructuración priista –a nivel seccional, distrital y municipal, principalmente–, que se abrió con la derrota en 1998 y que no ha podido cerrar. El tricolor tlaxcalteca se parece mucho a la CTM en los últimos años de Fidel Velázquez: sin poder, sin estructura que valga y con un líder que desfallece.
Además, los aspirantes priistas a suceder a Mariano son pocos. Podrán competir, pero si ganan no será con la ayuda del gobernador, sino a pesar de Mariano. Por esa razón, parece irrisoria una candidatura competitiva por parte del ex-secretario de finanzas o alguno de los allegados al gobernador. Noé Rodríguez Roldán es el ejemplo perfecto del político a quien la cercanía del mandatario dañaba más que la sana distancia zedllista.
Por último, el PRI tlaxcalteca tendrá que buscar un nuevo discurso. En el 2004 su discurso era contra la imposición conyugal de Sánchez Anaya, y razón no le faltaba. En 2010 su plataforma se basaba en el desastre económico, político y de seguridad sufrido con el gobierno de Héctor Ortiz y de la fallida Guerra contra el narco de Calderón, y tampoco le faltaba razón. Pero ese discurso de oposición no le sirve y de ello no parece haber tomado nota. En este entendido, el candidato del PRI a gobernador no podrá ofrecer otra cosa que no sea “renovación” y para eso, implícitamente al menos, tendrá que señalar el desastre de la actual administración.
El PAN y el PRD tienen la mesa puesta para arrebatar la gubernatura a un PRI que encuentra en el gobernador una piedra en el zapato. Ello no significa que todo esté dicho: los candidatos cuentan y las campañas también, por lo que el voto duro priista y un candidato competitivo puede tener como consecuencia la victoria del partidazo en 2016.
La sucesión de Mariano refleja al político que es: sin rumbo, sujeto a las inercias. Su sucesión revela a González Zarur como un león sin garras. Esa imagen de falso poder se nota en el bigote que asoma canoso y que contrasta con su pelo negro, recién retocado, y que intenta aparentar un político joven. La confusión del viejo PRI y del nuevo PRI en un solo rostro. En todo caso, el bigote de Mariano revela al político de antes: el que nunca dejó de ser.