A punta de amenazas de cárcel, los estrategas electorales obligaron a Marín a enviar a personajes que en su momento fueron cercanos a él —y que todavía tienen facturas pendientes por el apoyo recibido— a Movimiento Ciudadano y Nueva Alianza.
El objetivo principal es desarticular aún más al de por sí fracturado partido tricolor y maximizar las posibilidades de que sufra una nueva y dolorosa catástrofe electoral.
El terreno empezó a prepararse desde finales del año pasado, cuando el morenovallismo revivió mediáticamente algunas de las muchas irregularidades cometidas en el manejo de recursos públicos en el sexenio anterior.
La tunda contra Marín fue lo suficientemente intensa como para recordarle a la opinión pública poblana quién es todavía el villano favorito de la política nacional.
Los mensajes fueron claros, contundentes y prendieron los focos rojos en lo que queda del círculo cercano que rodea al ex mandatario estatal.
Fue entonces cuando se dio un nuevo pacto de impunidad entre grupos.
Volverse materia prima de candidaturas de antemano perdedoras en aras de proteger los intereses políticos del quienes gobiernan Puebla, a cambio de la garantía absoluta de la impunidad total, resultó un muy buen trato para Marín.
Esta es la causa real por la que personajes como Luis Tiffaine —hechura de Mario Marín Jr.— , Luis Alberto Arriaga, Eleazar Pérez Sánchez, Roberto Ruiz Esparza —cuyo suplente será el ex titular de la SEP con Marín, Darío Carmona—, Ignacio Hernández, Othón Bailleres, Erika de la Vega y hasta Rodolfo Huerta, más los que se sumen en los próximos días, tendrán la misión única de dividir el voto priista y hacerle el caldo gordo a los candidatos oficiales.
No es la primera vez que se ensaya una estrategia similar.
En la coyuntura del proceso federal del 2012, el PANAL le abrió las puertas a priistas cercanos al grupo de la ex alcaldesa Blanca Alcalá Ruiz.
Fue así como llegaron al partido de Elba Esther: Julio Leopoldo de Lara, René Escalona, Salvador Sánchez Trujillo o Gema Aguilar.
El nuevo acuerdo Marín-Moreno Valle confirma, otra vez, que aquella promesa hecha por el entonces candidato al gobierno estatal, de no ser comparsa de actos de corrupción cometidos en el sexenio anterior, fue únicamente un atractivo condimento para sazonar el discurso de campaña y no un compromiso real con los ciudadanos.
Desde que finalizó el proceso de entrega-recepción se tienen todos los elementos para proceder legalmente contra Marín Torres y se ha preferido, hasta la fecha, la negociación en lo oscurito antes que la aplicación de la ley.
En mi pueblo, en mis tiempos, a esto le llamaban simple y llanamente, complicidad.
En esta Puebla surrealista de hoy, habrá quienes serán capaces de vender semejante aberración como una prueba más de la chingonería del grupo gobernante.