Así fue como se organizó una reunión entre las instancias partidistas y sus representantes populares en la sede del PRI municipal ubicada en la 5 Poniente.
Por parte del partido acudieron la delegada del CEN del PRI en Puebla, Angélica Araujo, el delegado del tricolor en Puebla capital, Gabriel Barragán Cázares y el recién nombrado delegado especial para operar los procesos internos, Gerardo Eleazar García Acevedo, quien además es subsecretario de Acción Electoral del Comité Ejecutivo Nacional priista.
El encuentro no fue nada cordial y sirvió para detonar una especie de catarsis mediante la cual los diputados locales priistas hicieron patente su descontento con la dirigencia nacional.
El reclamo principal fue que sentían que los trataban como simples empleados, que les daban órdenes contundentes sin explicarles si formaban o no parte de una estrategia política integral y qué objetivos concretos se pretendían alcanzar.
Apelaron a los usos y costumbres de la política poblana en donde legisladores y dirigentes de partidos de oposición asistían siempre a los informes, cumpliendo así el protocolo más elemental de la cortesía y el respeto.
Los más indignados eran, en ese orden: Víctor Manuel Giorgana, Maritza Marín Marcelo, Rosalío Zanatta Vidaurri y José Chedraui Budib.
Giorgana era sin duda el más violento y el que a gritos pedía no solo explicaciones claras, sino una rectificación de la política dictada dese el CEN para el caso Puebla.
Después de casi dos horas, los indignados priistas poblanos se fueron prácticamente con las manos vacías.
Las razones reales de la línea dada desde el partido jamás las conocieron.
Por lo menos no de boca de quienes asistieron a la reunión.
Angélica Araujo se limitó a decir que en el caso de su estado, Yucatán, era común que los diputados y representantes de partidos políticos distintos al del gobernador no asistieran a su informe.
Vamos, que ni siquiera los invitaban y que nadie era cuestionado por ello.
Ni siquiera los medios de comunicación.
Por eso, no entendía por qué en Puebla se había armado un auténtico escándalo en prensa y columnas políticas y mucho menos que algo que consideraba “tan simple”, hubiera sido motivo de una reunión así.
Dejó también muy claro que bajo la batuta de César Camacho se ensayaría un centralismo absoluto y en donde el CEN, de la mano de la presidencia de la República, seguirían dictando línea, sobre todo en la coyuntura del proceso electoral federal de este año.
Así como lo lee.
Este hecho va más allá del anecdotario político.
Es el claro reflejo de un partido poblano que no solo ha sido desarticulado y debilitado desde que se convirtió en oposición, sino que ahora, teniendo como supuesto aliado de primer nivel a la presidencia de la República, no encuentra el camino para superar esta condición y fortalecerse en aras de seguir siendo una opción electoral con posibilidades reales de ganar procesos electorales.
El panorama no puede ser peor.
¿O sí?