Entre el presente cierto que palpamos y el futuro, con el resultado de los cambios que hoy podríamos realizar, se crea una laguna de incertidumbre por el desconocimiento. Este aparente lanzamiento al vacío lleva aparejado angustia, tensión y sentimiento de soledad, así se percibe el cambio: como algo externo con repercusiones sociales e individuales.
Ahí se establece un vínculo entre cambio y miedo, específicamente al miedo a cambiar como ejercicio de la libertad.
Pero ¿qué genera la oposición o resistencia al cambio, en particular al cambio profundo?
Somos una sociedad que ha sido forjada priorizando la certidumbre sobre la incertidumbre. Por eso se facilita al latinoamericano recibir órdenes, pero nos resulta escabroso adentrarnos en los terrenos del emprendimiento y de asumirnos como únicos responsables de nuestro propio “destino”. En tanto, otras culturas, como los europeos y los asiáticos, arrojarse a la aventura y la conquista ha sido una forma de supervivencia.
El cambio y la resistencia que genera en las personas, es algo que está presente en el día a día., lo percibimos como algo externo a nosotros, como si nosotros nada tuviéramos que hacer, como si fuéramos unos simples espectadores, en otras palabras como autómatas.
Reducidos al nivel de autómatas, perdemos de vista nuestro poder de incidir en lo que nos rodea y en nosotros mismos, tanto en lo individual como colectivamente, tal vez éste sea el origen profundo del miedo al cambio: que en esa situación renunciamos a la dignidad humana y todo lo que nos caracteriza como seres en constante evolución, es decir, estamos hablando de un estrato en el que al renunciar al ejercicio de la libertad se pierde la diferencia entre los humanos y las bestias.
Incorporar el cambio como una oportunidad para realizar progresos o bien para ejercitarnos y así poner en juego talento y creatividad, nos permita avanzar en relación con lo que hemos elegido ser.
Hijo del pensamiento profundo, el proyecto de vida puede rebasar el ámbito de lo racional y caer en el de la conciencia, eso es lo que ilumina el falso vacío de la aparente laguna de las incertidumbres creadas. En síntesis: el vacío está iluminado por la luz de la conciencia.
Por otra parte, veamos que hay una relación entre la evolución del ser humano y el cambio: evolucionamos porque cambiamos y cambiamos porque evolucionamos, aunque siempre exista el riesgo de involucionar si el cambio no conlleva el desarrollo del talento humano.
Es el contexto que venimos abordando en el cual habría que repensar las siguientes palabras de Octavio Paz, Premio Nobel de Literatura, cuando afirmó que:
“Las masas humanas más peligrosas son aquellas en cuyas venas ha sido inyectado el veneno del miedo…. del miedo al cambio”.
Como puede verse la resistencia al cambio profundo es una cuestión que rebasa con mucho el ámbito de lo voluntarioso, no es un asunto de “echarle ganas”, ni tampoco se remediará con cursos de superación personal, ni está en las manos de otro la solución; es algo que se tiene que esclarecer internándose en las profundidades del ser, tan profundo que Octavio Paz alegóricamente se refirió a ello como si estuviera en las venas.
Trabajo arduo tiene la sociedad y el individuo que se ha percatado que frente a sí tiene la oportunidad y el compromiso de ejercer su libertad con motivo del cambio.