Dirigente estatal del Movimiento Antorchista
Durante el último mes se ha desatado una ola de manifestaciones públicas de descontento popular, de problemas políticos serios en localidades importantes de este estado; además, hemos recibido nada halagüeñas noticias sobre la presencia del narcotráfico en diversas regiones de nuestra entidad; por si eso fuera poco, se ha informado del rezago de Puebla en cuanto a generación de empleos e inversión productiva. A ese complicado escenario se ha sumado la pugna por la sucesión gubernamental, entre los cercanísimos al poder, y de éstos con otros grupos políticos que también se sienten con derecho para estar en la puja sucesoria.
Para los preocupados por el futuro social y político de Puebla, todo este ensombrecido panorama es un alarmante síntoma que nadie debería desdeñar, que debería alertar y hacer reflexionar seriamente, sobre todo, a los conductores de los destinos políticos en este estado, porque, si bien es cierto el transcurso de todo el presente sexenio ha sido muy azaroso, en este año las cosas se han complicado aún más y se percibe que si no se buscan operadores eficientes y sensitivos en el manejo político, en el desarrollo económico y en el control de la delincuencia, dentro de poco tiempo veremos escalarse los conflictos.
Una pequeñísima muestra de un mal manejo político y de la falta de operadores eficientes es lo ocurrido en el mercado de San Diego Manzanilla, en donde gente de Fernando Cuéllar agredió violentamente a los comerciantes y ahora pretende echarle la culpa a los antorchistas. El caso del tianguis de San Diego Manzanilla se ha planteado con los diferentes funcionarios encargados de la gobernabilidad en este estado, reiteradamente hemos pedido que se den soluciones para que dicho centro comercial se dignifique con todos los servicios –cualquiera que vaya a ese mercado se impresionará por las precarias e insalubres condiciones en las que se ganan la vida dichos locatarios, que sólo buscan cómo sobrevivir y mantener a sus hijos- y se ponga freno a la codicia exacerbada de falsos defensores de los derechos humanos, que amparados en ese membrete y en la protección que sin duda les dispensan algunos funcionarios de alto nivel del Gobierno del Estado, especulan y extorsionan a los posesionarlos de los locales comerciales.
Por ello, se agruparon más de 200 comerciantes y compraron dos hectáreas de terreno para poder fincar un local digno en el cual desarrollar sus actividades económicas con ciertas comodidades. Tal iniciativa la encabezaba entonces José Gómez Santiago, a quien poco después de sumaron el licenciado Alejandro del Castillo y el nunca bien ponderado “defensor de derechos humanos” (y muy amigo del dinero) Fernando Cuéllar. Después de formar la asociación civil y llevarse un buen billete en este procedimiento, estos dos últimos sujetos empezaron a acariciar la maliciosa idea de darle a ese predio un uso más redituable del que pretendían los socios, pero para eso era necesario deshacerse de José Gómez Santiago, por cualquier vía. Después de muchos conflictos provocados por sus “aliados”, Gómez Santiago tuvo que salir del mercado, momento que aprovecharon Cuellar y compañía para cambiar el comité de la asociación civil que presidía el “Olintla”; así, el promotor original del mercado popular, quedó definitivamente fuera de la asociación y desprestigiado.
Al regreso de su destierro, José se encontró con que ya no era presidente de la asociación, debido a las mañas jurídicas de Cuellar y colaboradores. Las que no habían cambiado eran las condiciones materiales y políticas del mercado; no sólo no habían mejorado, sino por el contrario, era un mercado francamente en ruinas y con una inconformidad soterrada de la inmensa mayoría de los locatarios, que vieron en el regreso de José la solución a su problemática.
Dándose cuenta del riesgo, Fernando Cuellar y compañía trataron primero de convencer a José de que se mantuviera al margen; cuando éste se negó, intentaron que desistiera de hacer el mercado y apoyara que el predio se destinara a construir condominios, lo que les traería mejores réditos económicos; ante la nueva negativa de José, se dieron a la tarea de denostarlo, marginarlo y amedrentarlo, por lo que éste reunió a la mayoría de los comerciantes y fueron a pedir el apoyo de Antorcha, que desde entonces se ha sumado a su peticiones.
Por eso, el Movimiento Antorchista, una vez más, pide que el gobierno estatal que intervenga, mediante una operación política urgente, para que a los justamente indignados comerciantes de San Diego Manzanilla, se les respete la propiedad del predio destinado a levantar un mercado -y que quieren arrebatarles para hacer negocios inmobiliarios-; que se les apoye para que trabajen en condiciones dignas y se les proteja de la extorsión y las agresiones de Cuéllar y su banda.