Estoy seguro que tratando de detonar la participación infantil encontraremos un tesoro oculto. Mahatma Gandhi lo sintetizó así: “Las mayores lecciones de la vida, si tan sólo fuésemos capaces de inclinarnos y ser humildes, las aprenderíamos no de los adultos sabios, sino de los así llamados ignorantes niños”.
Pese a los esfuerzos internacionales para hacer ampliamente públicos los beneficios de la participación de los niños en la solución de los problemas de su comunidad, ésta continúa siendo un tema invisible, pero sobre todo cuestionador para gran parte de la población mundial. Más grave aún si se refieren a padres de familia, educadores, especialistas en temas de planeación y autoridades.
Esto que parece tan evidente permanece oculto porque hay otras preocupaciones vinculadas con los menores como: la esclavitud, el comercio sexual, el tráfico de órganos, la explotación laboral, la deserción escolar, en fin, la lista es interminable, pero vale la pena hacer un paréntesis.
No obstante los múltiples beneficios que trae consigo la participación infantil, ésta se encuentra limitada bajo diversos argumentos que van desde la impericia de los infantes para participar en diálogos, hasta la equivocada postura que sostiene la primacía del aprendizaje de deberes y obligaciones para que constituyan una “vida disciplinada”.
El soporte ideológico que subyace en la cerrazón a la participación infantil, consiste en que la sociedad que hemos construido es poco tolerante a las formas de pensamiento novedosas, a la diversidad y al diálogo crítico.
Subsiste el temor oculto a escuchar de niños y adolescentes cuestionamientos que frecuentemente ponen en tela de juicio nuestras creencias y, en general, el mundo de los adultos, así como la confirmación de que no se necesita ser “experto” para emplear el tan necesario sentido común.
La participación de los niños debe tener un entorno social que valore la expresión de lo que se piensa, sin importar la edad, y que además tenga efectiva repercusión en la realidad, muy distinto este enfoque a la simple intervención en cualquier asunto.
Como bien lo sostiene Adriana Apud, especialista en temas sobre la infancia, el hecho de que sean ampliamente aceptadas afirmaciones como las siguientes: “los niños son el futuro de la humanidad”, “los niños son la esperanza del mañana”; son signos de nuestro encierro en un supuesto falso: si son el “futuro de la humanidad”, entonces será en alguna parte del futuro cuando -siendo ya adultos- aporten sus propuestas y sean parte de la solución a los problemas de la sociedad.
Desgraciadamente la visión anterior priva a los menores del ejercicio de sus derechos humanos concernientes a la vida en sociedad como parte importante de su formación, y a su vez repercute negativamente en que nos perdamos de la riqueza de contribuir en la formación social de nuestros menores, así como de la posibilidad de encontrar aportaciones y soluciones frescas a nuestros distintos retos y desafíos.
Desarrollar la sensibilidad en los adultos para que puedan valorar y actuar en pro de espacios detonadores de la participación infantil requiere de tiempo, y es parte vital de la educación de adultos tendiente a comprender el espacio que ocupa cada persona en el devenir histórico.
Es comprensible que los derechos humanos de los infantes, en particular de la participación infantil, no sean visibles cuando se tiene una cosmovisión parcial de la realidad.
Así que, para poder avanzar en pro de la participación infantil, se debe a la par progresar en la alfabetización de los adultos en derechos humanos y en particular en la relativa a los derechos de la niñez.
¿No le parece que para todos es importante la participación infantil?